El Engaño Definitivo de Mi Prometido
me en un abrazo desesperado. Su cuerpo temblaba con s
ta-, soy un cabrón. Un completo idi
puso matrimonio, rogándome que me quedara. Ambas veces, había visto sus lágrimas como un testimonio de su amor, una señal de
n mi piel, como lluvia helada. No me conmovier
ume de Anahí. Se aferraba a él, pesado y sofocante. Se m
Lo aparté. No con violencia, sino con firmeza. Mis brazos se p
inyectados en sangre s
¿Qué pasa?
ro -dije, mi voz pla
una expresión de desc
endo nada? -Estudió mi rostro, buscando una reacción, un destello de la vieja Clarisa
perdón. Mi amor por él había sido un pozo sin fondo, siempre listo para derram
desprovista de emoción-. Somos como un matrimonio
. Las veces que había buscado su mano en público, las veces que había intentado robarle un beso, solo para que él se apartara,
ces, su fantasma dictaba nuestras i
asionalmente con una sonrisa burlona: "Tiene razón, Cla
tado ser menos desesperada, menos abiertamente afec
mí, un destello de algo nuevo en
alguna señal de la vieja Clarisa, la que lo perdonaría, de nuevo. La que se
esencia, de su vigilia silenciosa. Sus lágrimas, su culpa, su presencia