Traición de Altas Apuestas, Una Mano Ganadora
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nique, en Las Vegas. Esta noche. Apenas unas horas ante
un "error de borrachos". Dominique, aferrada a su bra
ltas apuestas para "celebrar", una brom
me obligó a entregar el brazalete de mi abuela cuando perdí un
n juego, que el brazal
el mundo del póker clandestino. Pensaban q
e perderlo todo c
ítu
vista de
No la próxima semana, no el próximo mes. Esta noche. Horas
No era una metáfora. Fue un golpe real en el
or de borrachos -dijo Horacio, su vo
dor. Dominique, su "mejor amiga", estaba a su lado. Llevaba un ves
te dulce, que no llegaba a sus ojos. Levantó la mano.
garganta seca. Mi voz se sentía
cortó el silencio del salón de fiestas. Los inv
-ronroneó. Apretó el brazo de Horaci
ió. No me miró a mí
andelabros de cristal sob
-. Teníamos una fiesta de compromiso p
uso los ojo
fuera real. ¿
grandes e inocentes. U
e miró. Sus ojos est
Abigaíl. No
sual, despectivo. Como si mis sent
sentía cada vez más pequeño. El
o. Esta vez, su risa est
Su voz era demasiado fuerte-. Una boda rá
lencio era ensordecedor, excepto po
ededor, deten
e. Una partida de póker.
í? ¿Ahora? Mi corazón marti
s brillaban. No estaba pre
ncómodos. Evitaban mi mirad
is huesos. Esto no se trataba de
ella. De ellos
mó en mi mente. Un plan. Un destello de algo
voz era sorpren
bruscamente hacia mí. Sus o
a -dijo, su tono era cort
brazo. Sus dedos
contacto se sintió como un
sabía que poseía-. Especialmente cuando las apuestas son tan alta
dó suspendida en el air
Horacio se
l! ¡Fue un error de borra
las palabras. Su man
ía cruzado con Dominique. Cada noche hasta tarde, cada promesa ol
ue me habían desangrado lentamente. Las veces que había minimizado mis sentimie
o, se había reído de sus chistes un poco más fuerte, la
su hombro, sus dedos trazando la línea de su mandíbula. Me miró,
yó en Horacio, su cabeza en su hombro-. Lo siento mucho. De verdad
aba casi vacía. Se t
ó, tomando un gran sorbo t
Un destello de algo -¿lásti
-dijo, su voz más suave ahora. Su
e hacerme entender.
la actuando, él protegiéndola, yo s
ndo una falsa dulzura-. Ningún da
ncómodo, su mirada compasiva. Me ofreció un pequeño encogimiento de
cercó más a Dominique. Un
nrisa-. No nos detengamos en trivialidades. ¡Es una
as nerviosas rec
pacificador, dio
on las reglas para este j
nte. Le encantaba ser
imo en pie gana el pozo! -Hizo una pausa, sus ojos se clavaron en mí-. Y para Abigaíl -añadió, con un giro cruel en su boca-, como es t
a de nuevo. Eso no era solo j
en su
no es
frunció
tal vez eso
ro Dominique. Le pellizcó la mejilla-. ¡Es solo por
u mirada d
Mi voz era tranqui
ron a la mesa con vacilación, i
vagantes, colocó un collar de diamantes
suerte -anunció co
puso las llaves de su auto deportivo clási
Dentro, sobre satén, estaba el reloj de bolsillo antiguo que le había regalado en nuestro primer aniv
mi mirada. Lo colocó junto al collar
isita. Se inclinó hac
s lo que realment
ta, con pequeños y elaborados dijes, cada uno representando un hito e
ración. Sentí una fr
trazando el familiar metal frío.
Mi determinació
firme. Me desabroché el brazalete. Lo
de bolsillo de Horacio. Allí quedó, brillando bajo las luces del