El prometido que me robó la vida
a P
a. Un vacío.* Eran un hierro candente, marcándose en mi propio ser. Sin embargo, una extraña c
on recuerdos. No de los horrores recientes, s
. Estábamos en el balcón de su penthouse en Polanco, las luces de la
sa" de la manera en que él lo decía. Para mí, era solo una palabra. Pero sus ojos, tan
rado, acercándome más. "Eres mía, y
on mi inicial. "Esto", había dicho, poniéndolo en mi palma,
nte, rompiendo pacientemente mi caparazón protector, tratando de entender mi alexitimia.
haciendo analogías, solo para ver un destello de comprensión en mis ojos. Había llamado a mi natur
o, su comprensión en juicio? ¿Fue Carmina? ¿El riñón? ¿O siempre estuvo ah
ir, juntando los fragmentos rotos de nuestro pasado, tratando de encontrar el momento preciso en que
Regresé a la hacienda, una sensación de pavor ins
taban alrededor de su cuello, su cabeza inclinada hacia atrás, una sonrisa triunfante en su
tó su agarre en Santiago, presionándose aún más contra él. F
rente. Una sensación primitiva y cruda que hizo que mis manos se apretaran. Sentí el pecho apretado, mi
eguntar, las palabras cortando e
un destello de molestia cruzando su rostro. Katia, sin embargo, pe
cupado por mí, ya sabes, después de ese espantoso incidente del candelabro. Y tu... desafortunada participac
e te estás recuperando. Todos estábamos muy preocupados"
impatía de Katia. "¿Siempre tienes que hacer una escena? K
Drama? No estoy causand
sutilmente se había estremecido y agarrado el brazo. "Les advierto a
hora, discúlpate con Katia por tu comportamie
ncriminada? ¿Por ser humillada? La ira estalló, cali
a pequeña fotografía enmarcada en la mesa auxiliar. Era una foto mía, sonriendo débilmente, sostenie
ía cuánto significaba ese relicario para mí. Era el único recordato
paralizante. Lo tomaría. Lo destruiría. Borraría has
las palabras sabiendo a c
su voz goteando falsa magnanimidad. "Entiendo que has pasado por mucho. Te perdono. De verdad". Se volv
un poco débil. El shock, ya sabes. ¿Podrías quizás llevarme de compras? Necesito una distracción. Algo
esta tarjeta. Compra lo que necesites. Cualquier cosa para hacerte sentir mejor". Le entregó un
mpañarla? ¿Servirla? La hu
Qué quieres, Elna? Tu felicidad es lo único que importa."* Sus palabras, una vez llenas de tanta
o el día?". La voz de Santiago era agu
nir de lo más profundo de mi alma. "Sí, Santiago", m
racción. Katia se reía, con la cabeza echada hacia atrás, su mano descansando en el pecho de Santiago. Él la mi
ara que yo la escuchara. "Prefiero sentarme a tu lado en el
ras, mi vida". Me miró, su sonrisa desvaneciéndose. "Elna, ent
, con un sabor amargo en la boca. Mis la
or otro lado, está tan llena de vida, de emoción. Es una alegría estar cerca de ella". Hizo una pausa, u
sita, un sonido tr
r. Quería decirle que estaba sintiendo más de lo que él podría imaginar. Que sus palabras me estaban destrozando, pieza
mi incapacidad para hacerlo. La ironía era una píldora amarga. Me deslicé en el asien