La noche que él la eligió
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ndro, parecía la pareja perfecta, cruzando la ciudad cada noche para conseguir el kale orgánico que tanto se me antojaba. Pero
o luchaba por la vida de nuestro hijo, Brenda lo llamó amenazando con suicidarse.
Nuestro hijo
er otro bebé", dijo, como si estuviera reemplazando un juguete roto. Luego anunció que Bre
nerlo todo: la esposa en duelo
encima de nuestro hijo moribundo, el amor que sentía por
ítu
na
to riesgo". La habitación dio vueltas. Todos esos años, todos esos ciclos de FIV, el dolor, la esperanza, la espera i
contra el tráfico infernal de la hora pico, solo para conseguir el kale orgánico específico que se me antojaba. Decía
avoritas", susurraba, besando mi f
aba quedando dormida, sintiendo cómo mi cuerpo dolía por otro día de llevar a nuestro hijo, y él se deslizaba en la cama a mi
o, con la voz pastosa por el sueño. "No ti
ro principito o princesita". Su voz era una suave canción de cuna, llena d
itecta, tomando una pausa en mi carrera para cuidar de nuestra familia. Habíamos superado tanto para llegar hasta aquí. La infertilidad fue un túne
concesionario, su tono era de disculpa, casi avergonzado. "Señora Ríos, notamos una anomalía re
spiración. "¿Un d
icio de departamentos en Polanco. P
na tontería, tenía que ser un error. Quizás estaba visitando a un cl
a muda de mi propio derrumbe. Alejandro, mi devoto esposo, estacionando su coche, no en el supermercado,
a vi a ella.
no podía distinguir bien a través del audio amortiguado. Él la abrazaba, le acariciaba el pelo, su rostro grabado
e. Luego, él conducía al supermercado, compraba mi kale orgánico y volvía a c
mosaico horrible de traición. Los susurros que había ignorado, las llamadas nocturnas que h
dita hoja de kale, se sentía como una ofrenda envenenada. Mi mente repetía fragmentos de nuestra vida, buscando pistas que había pasado por
o estaba siendo amable. Pero a medida que pasaban las horas, la imagen de sus ojos, tan suaves, tan preocupad
a demasiado pronto. Demasiado pronto. Grité llamando a Alejandro, mi voz quebrada por el pánico. En
as. Los doctores hablaban en tonos urgentes, sus rostros serios
sonó su
tensa. "Es Brenda", murmur
do su mano, mientras una nueva ola de do
mí y la pantalla brillante. El teléfon
o, con la voz tensa. "El
z, baja y urgente, luego un grito agudo y desesperado que reconocí
sando el dolor de mis contracciones. N
rror y traición. "¡No te atrevas! ¡Nuestro b
dos. "Lo siento, Elena", dijo, su voz desprovista
o y roto. "¿Y nosotros qué? ¿Y nuestro hijo? Si sales
te salió, la pesada puerta del hospital cerrándose tras
ue hubiera conocido. Las enfermeras entraron corriendo, co
on las lágrimas corriend
ados con horror y furia cuando se enteraron de que Alejandro me había abandonado. Mi madr
ritó, su voz temblando de rabi
mano, sus nudillos blancos. "Nos encargaremos
ejandro. Mi relicario de oro, un regalo de Alejandro el día de nuestra boda, un símbolo de nuestro para siempre, se me cayó d
co se convirtieron en ecos distantes. Un dolor abrasador, luego un silencio repe
e un dolor tácito. Los ojos de mi madre estaban hinchados, enrojecid
a un susurro ronco. "El be
se con la mía. Sus labios temblaron. "Elena", comenzó, y lue
da. Nuestro bebé nació sin vida. El mundo se hizo añicos a mi alrededor,
cirme que no era mi culpa, pero la imagen de Alejandro saliendo por esa puerta, eligiéndo
ar. "Las complicaciones fueron severas, Elena. Incluso con
si me hubiera tomado de la mano, si simplemente hubiera estado allí, quizá
o, doctor. Fue su culpa. La abandonó en su momento más crítico.
s. Parecía incómodo, cambiando de peso. "Alejandro está devastado, Elena
como el pergamino. "Eligió perseguir a una mujer manipuladora en lugar de estar con su esposa y su hijo mor
Brenda, Elena. Sabes que es frágil.
¿Una promesa a un hombre muerto es más importante que su esposa viva y s
ostro pálido. Murmuró una d
. A que al menos fingiera que le importaba. Pero no lo hizo. La habitación del hospital estaba en
u pelo revuelto. Se veía... agotado. No devastado. Solo can
na. "¿Estás bien? Yo... ll
etí, mi voz apenas un susurro. "Estuviste fuera por ho
o carecía de un dolor genuino. Era una disculpa ofrecida por oblig
a. "¿Lo sientes? ¿Dónde estabas, Alejandro? Mientras y
a iba a suicidarse, Elena. Estaba en una azotea
é, mi voz quebrándose. "¿Dejar que nuestr
eas dramática, Elena. No ibas a morir.
ra lo veía. Realmente no entendí
almente cayendo por mi rostro. "¿Y nuestro bebé? ¿S
laro que me importa. Es una tragedia. Pero p
las palabras apenas audibles. "¿Podemos simplement
favor. No hagas esto más difícil de lo que ya es. Brenda está... frágil. Se va a
ientras yo yacía en una cama de hospital, de luto por nuest
surré, mi voz desprovista de
emporal, Elena. Solo hasta que se
odo el amor, todos los sacrificios. Todo era una mentira