Los Trece Años de Sus Mentiras
/0/21659/coverbig.jpg?v=557b11f043cf72c92d97073b1ae99543&imageMogr2/format/webp)
nta y nueve veces por el consejo de su familia, o al menos eso fue lo que él me dijo. Cad
había aprobado nuestro matrimonio todas y cada una de las veces. Era él quien lo sabo
me había mostrado en años. Cuando más tarde lo confronté por las mentira
no me ayudó. Se quedó de pie junto a m
rdón a Ken
limpié la sangre de la cara, salí de la vida que habíamos co
ítu
la añejo de reserva que tanto le gustaba, un consuelo familiar. Mis dedos recorrieron la cicatriz sobre su cadera, un recuerdo de un reto de la infancia.
i cuello, su aliento cálido-. Todo
r dentro. No eran los nervios habituales antes de la votación. Algo se sentía mal. Su tacto,
us ojos busc
tás
una so
an sido cinco años
do. Era el epítome de un Garza, guapo e imponente, un director general n
un agotamiento que parecía atravesar su pulida
, su pulgar acari
sar por todo esto. Todos esos castigos corpo
imo minuto», había resultado en que Braulio tuviera que aceptar públicamente un castigo corporativo. Una muestra de comp
no era cierto. Nunca lo había
ombra, quizás. O un secreto. Me abrazó más fuerte entonces, casi aplastándome, como si intentara
o, el poderoso y carismático director general, era un hombre diferente en la sala de juntas. Despiadado, decidido, agudo. Pero cuando se trataba de nuestro matrimonio, de estas interminables votaciones del consejo, e
poderó de mí. Era como ver una obra de teatro, una actuación que había visto noventa y nueve veces antes, y de repen
al. No porque finalmente ganaríamos, sino porque algo se rompería irrevocablemente. Nuestra historia, en la que hab
sobre cualquier matrimonio que involucrara a un heredero directo, especialmente al director general. Se requería la aprobació
o una «complicación de último minuto». Noventa y nueve veces, Braulio había aceptado su castigo corporativo público con ese mismo suspiro cansado y a
omenzado a desgastarme. Era un patrón, demasiado perfecto para ser accid
speraría. Actuaría. Estaría
o para suplicar, sino simplemente para... observar. Para finalmente entender qué fuerza mística seguía descarrilando nuestro futuro. Rápidamente me vestí con un t
resonaban contra los pisos de mármol mientras me dirigía a la sala de juntas ejecutiva en el último piso. El aire se volvió pesado con la anticipación, o quizás, con mi propio pavor,
infonía de poder. Agucé el oído, mi corazón martilleando. Enton
ndentemente firme, casi aliviado-. Parec
to? La sangre se m
go un coro de murmullos d
jo Don Ramiro, el patriarca de la familia-. Cien votaciones, y toda
fallado de nuevo. Mi mente daba vueltas. Este era el punto de quiebre.
ue hizo que el mundo se
vista de cualquier pretensión de resignación, casi alegr
a de decir que había un «problema imprevisto». ¿Qué estaba pasando? Mi mente luchaba por procesar esta contradicción repent
a sala, luego la voz de Don R
roblema imprevisto» del que hablas
sonido seco y sin humor que se si
yo... yo lo in
l lo inventó? Las palabras resonaban en mi cabeza, un estribillo cr
a-. ¿Has perdido la cabeza? ¿Por qué demonios harías alg
r. Mi mundo, el que se construyó sobre trece años de sueños compar
la... se enteró de que la votación estaba a punto de pasar. Tuvo ot
inuto» no eran actos aleatorios del destino. Eran los arrebatos emocionales de Kendra
que trabaja como tu asistente ejecutiva? ¿Quieres decir que h
o por mucho. Y depende de mí. Confía en mí, emocionalmente. Cr
rece años? -presionó Don Ramiro, su voz teñida de asco-. ¿Qué ha
nto. Lo imaginé pasándose una mano por la
e. Ella entiende. Conoc
cerraron en puños, mis uñas clavándose
La voz de Don Ramiro era fría-. Le dejaste
ió Braulio, su voz apenas un susurro-. No ha
icionalistas crueles y arcaicos antes que enfren
io su
cree que se quedará sola. Y después de lo que ha pasad
superficie había una posesividad intensa, casi obsesiva, hacia Braulio. Lo había visto, lo había descartado
porativo, supongo -preguntó Don Ramir
firme de nuevo-. Lo haré. Es un pequeñ
mi relación, reducida a mantener
a demasiado inmenso, demasiado sofocante para contenerlo. Era un dolor físico, profundo en mi pecho, desgarrando mi alma. Mis rodillas finalmente cedieron, y me deslicé
llamada de mi tía, una pariente lejana pero lo más cercano que tenía a una familia desde qu
lante y esperanzada-. ¿Los Garza finalmente entraron e
tación, solo para inventar un problema porque su hermana adoptiva hizo un berrinche. Lo ha estado haciendo durante ci
l? ¿Es
un susurro
as palabras. La traición era dem
ñida de una decepción familiar-. Esa familia... nunca te aceptarán de
lo que sabía, pero tan lejos de l
admirado tu trabajo, tu espíritu. De hecho, me propuso matrimonio para ti hace un tiempo. Le dije que estabas comprometida, pero... bueno, es un hombre persistente. Y un buen
n abierta, nunca con la lástima velada o la comprensión condescendiente que a menudo veía en los ojos de los demás cuando se mencionaba a la familia de Braulio.
, permitiendo que sus
nequívocamente. Un hombre que no tenga miedo de luchar por ti, no en tu contr
isaje desolado de mi compromiso destrozado. Una vida real. Con un compañero real. Mi mente,
o firme-, dile al señor Riva