El Engaño De Mi Propia Sangre
ela
un procedimiento de emergencia para estabilizar una hemorragia interna causada por el estrés. Pasé las siguientes semanas en una habitación de hospital, tan so
a. "Mi compromiso es contigo", había dicho Rodrigo a Verónica refiriéndose al re
itaba estirar las piernas y, quizás, sentir un poco de sol. Me dirigí al ala de cui
é risas. Voces familiares. Me detuve en
ariciando la mano de Verónica, sus ojos llenos de una devoción febril. Verónica, sentada en
odr
Hablaba con un médico, su rostro serio, sus cejas fruncidas en profunda preocupación.
tas, doctor", decía. "Lo que sea qu
sonrisa que era tan
almendras? Sabes que necesito mi energía". Su voz, débil
ió de in
r el café. Su espalda ancha y protectora, una barr
o denso, y un sabor amargo llenó mi boca. Me sentí como un fantasma, una intrus
ebre alta, la sed insoportable. Nadie vino. Nadie me trajo un va
ntado una vez la enfermera, al notar mis l
do orgullosa para pedir. O quizás, dem
corriendo por un café con le
zado a sanar con la esperanza de mi hijo, se desgarró de nuevo. No era solo
y mi hermano. Entendí entonces que él también era parte de ese patrón, de esa ceguera colectiva hacia mí. Su amor por Ver
de sus besos... todo era una farsa. Un papel bien interpretado. Él n
aba el alma. Me quemaba el cuerpo. Y sobre todo, me que
pensé. N
n secado. En su lugar, una frialdad se in
mí, sino por mi hijo. No podía permitir que esta cr
u pequeño mundo, yo me di la vuelta. Mis pasos, antes l
brado, siempre en busca de mentes brillantes para expediciones de campo. Yo, con
léfono. Mis dedos volaron sobre el
de unirme a su proyecto de investigación en el Amazonas? Estoy lis
llegó casi
está en marcha. Necesitaríamos que te incorpores de inm
allí", r
za y desaparecer sin dejar rastro. Una semana para
ismo. No una semana. Mañana. Era una oportunidad única.
r. Aguilar por teléfono. "Si necesitas má
. "No necesito despedirme de nadi
clara. La decisión estaba tomada. No había vuelta atrás. Era el final
el desprecio de mi padre y hermano, se grabaron en mi memoria, alimentando la llama de mi determinación. No más lágrimas. No más súplicas. Solo la frialdad de la
ña