La venganza implacable de la exesposa
ista de Ji
un testimonio de la cirugía, pero su risa resonaba en la espaciosa y soleada habitación. Un nuevo corazón, una nueva
lía, mientras apilaba cuidadosamente bloques de
señalando una esquina de
nvueltas en colores brillantes descansaba sobre una mesa
eguntó Isabel, su voz
olmando de regalos desde la recuperación de Isabel. Una jaula
bel se abrieron
u dinero para comprarnos una casa de verdad? ¿Y una b
saron. Una casa de verdad. Una biblioteca. La vi
tada, a otro tiempo, otra vid
ón. Era el día de mi boda. Estaba de pie junto a Gerardo, su mano cálida y fuerte en la mía, las palabras d
de mi padre, luego un titular: "Profesor Miranda acusado de comportamiento depredador". Debajo, una foto granulada de él y la hermana
íntimos, editados para retratarme como manipuladora, coercitiva. Mi voz, susurrando palabr
había cortado el silencio atónito-. Diles que me sed
añicos en un millón de pedazos. El hombre que a
oz ronca por la incredulidad-. ¡Mi pad
legas de mi padre, antiguos amigos, que ahora se volvían c
o explicar. Los había perseguido, desesperado por limpiar su nombre. O
alo, se había hundido. Lo había perdido todo, lo
hijo, Adrián, nació detrás de esas frías paredes acolchadas. Me lo quitaron, apenas horas después de
Jimena. Una figura trágica. Tú misma te buscaste todo esto. Tú y tu familia de degenerados". Me golpeaba
taba en el umbral, un pequeño diario encuadernado en cuer
la, su mirada cautelosa. Me lo tend
de su mano, en la forma en que sus ojos evitaban lo
esprovista de interés. No lo alca
dó allí, sosteniendo el diario, con aspecto perdido. Esto era exactamente
el -dije, usando la excusa para escapar
arco, atrapándome. Sus ojos recorrieron mi rostro, deteniéndose en las t
ligeramente mi mejilla. El contacto fue inespera
Gerardo -dije, mi voz teñida de hielo-. Por lo ge
estr
me soltó, retrocediendo-. Sé que me equivoqué. Terriblemente. Pero te juro que
tu caridad? ¿Tu lástima? -una sonrisa amarga torció mis labios-. Quizás sí. Quizás
ta no era la mujer desafiante y escupidora que recordaba. Este era un casc
Recordé la desesperación, la energía frenética de mi resistencia inicial, la forma en que lo había arañado, mordido y
teléfono. Unos cua
millones de pesos a tu cue
sos por una vida de sufrimiento. Pero era un
en la pantalla. Kiara Lara. Gerardo hizo una mueca, luego respondió, su voz
é pasa? Est
Kiara desde el otro la
ando por ti. Tuvo una pesadilla. Te extraña
, un destello de algo in
a veces pregunta por ti. ¿Considerarías...
una súplica. Mi mente corrió. Este era un