Recetas robadas, amor traicionado
men
escenario principal, sus rostros iluminados por la falsa promesa de la felicidad. Yo me mezclé entre la m
te, un diseño que reconocería en cualquier parte. Era el mismo que yo había usado en nuestra luna de
manos,
e crisparon, anhelando sentir la familiar madera, el eco de
atronadores. "¡La ganadora de nuestro prestigioso premio gastronómico, y ahora, una virtuosa del violín! ¡Es
"Composición familiar" . La mentir
ultitud, se encontraron con los míos. Por un instante, el brillo de su mirada vaciló. Una punzada
ura que me revolvió el estómago. "Después de lo de la fiesta... pensé que es
iolín. La madera oscura, los intrincados de
el primer sonido llenó el aire. Una nota suave,
se tensaron. Cada nota era una punzada en mi corazón, un recordatorio de lo que me habían robado. La
eran lágrimas de tristeza, sino de pura ira. Esta era mi
, radiante, recibiendo la ovación. Se giró hacia el micrófono. "¡Gracias! Esta c
retaron. La far
la siguieron, mis pies moviéndose por sí solos. Necesitaba
ridad. "¿Te gustó, prima? Sé que esta canción es muy
miré fijamente,
ar celosa. Sé que siempre quisiste ser el centro de atención. Pero no puedes f
ba a abofetearla. No iba a caer en su juego. Pero ella, viendo m
ica. "¡Carmen, por favor! ¡Baja la mano! ¡Sé que e
zgadoras cayendo sobre mí. Murmullos de "celos" ,
a, llevándose las manos al vientre. "
legaron a su lado. Adelaida me miró con furia. "¡Carmen! ¡Qué ver
Fuera de aquí! ¡No quiero verte ce
a chef que envenenó a la gente en la fiesta!" , g
ateo. Su grito atravesó
nto a Sandra, sus manos temblorosas revisando su vientre. Sus o
oz era un gruñido. "¡Cómo te atr
ación, tan brutal y pública, me golpeó con la fuerza de un rayo. Este era el final. Mi corazón, ya destroza
, un rastro de duda. Pero luego, la máscara de la preocupación volvió a su lugar. Se giró ha
os y llenos de condena. "Carmen, vete. Ve
elta atrás. Ya no había nada que salvar. Y en ese momento, una risa amarga brotó de mi
ndida. "¿De qué te ríes, Carmen?
gados a los suyos. "No, Mateo.
urmullos, sus miradas, ya no me importaban.
más suave, más persuasivo. "Carmen, por favor... no hagas
ente se había quemado. Y yo, Carme