La esposa indeseada, su corazón vengativo
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a a casarme con el despiadado Alejandro Villarreal. Él me trató como
dro me hizo una oferta cruel. Para conseguir el dinero, tenía que be
pital para enterarme de que el dinero nu
intercambió con un juez lascivo como si fuera una propiedad. Mi
orquestado todo: la ruina de mi familia, el asesi
smitir al mundo cada uno de los c
ítu
a Herr
os Herrera, pendía de un hilo, igual que mi propio corazón. Vi la tinta negra y brillante sangrar sobre el papel impecable, u
no con desdén, sino con absoluta indiferencia, como si yo fuera una mosca particularmente molesta que desearía que simplemente se desvaneciera. Su verdadera mirada, lo sabía, siemp
navaja recién afilada. Ella orquestó toda esta farsa, esta unión forzada, con la escalofriante precisión de una maestra titirit
a gemela, se fugó con otro hombre. Se escapó, se casó con otro, desapareciendo de su vida tan repentinamente
astre tan destrozado como su corazón. Sobrevivió, pero una parte de él murió ese día, y me culpó a mí por ello. Necesitab
cada momento asignado a un precio. Ya no se trataba solo del dinero; se trataba
organizar habitaciones que se sentían completamente ajenas a mí. Un día, un trozo de vidrio de un jarrón roto me cortó la mano profundame
n el arco del violonchelo, temblaban mientras tocaba para hombres que me veían como un beneficio más del imperio Villarreal. Una vez, un invitado borracho me agarró del brazo, torciéndolo has
hospital. Mi padre. Necesitaba una cirugía que le salvaría la vida, una
studio y rogué. Mi voz era un susurro desesperado. Sus ojo
e cuero, una sonrisa cru
Isabela? Demuestra
olvió el
ómo
. Apuestas altas. Tú juegas.
o, la cabeza
to bien. Tengo alergias. No
u mirada se
solo estás tratando de evitar tus debe
ras eran
cusas. La vida de tu padre depende de es
me decía a mí misma todos los días para sobrevivir. Cerré los ojos,
nica palabra una rendición
s ya estaban brotando, mi garganta se apretaba. Alejandro observaba desde el otro lado de la habitación, u
abela. Grandes ap
brillaba, un cáliz envenenado. El rostro de mi pa
ndo. Mi pecho se apretó, cada respiración era una lucha. Podía sentir la erupción en mi piel, mis vías respiratorias se contraían. Las cartas se volvieron borrosas, los rostros a mi al
a preocupación? ¿Arrepentimiento? Desapareció tan rápido c
¿qué estás
rgada de ira, no
Estás haciend
estertor en mi pecho, mi
i voz apenas un graznido. "
, y una nueva expresión, algo parecido a una esperanza desesperada, i
dándome la espalda mientras mi cuerpo
esgarró el abdomen. Mi cabeza golpeó el suelo con u
pañía. Me dolía el cuerpo, cada músculo gritaba en protesta. Una enfermera, con el rostro marca
e estar viva, s
Al menos tenía el dinero.
. "¿Fueron transferi
nfermera se suav
hubo ninguna transferencia.
uñetazo, robándome el aliento. No.
las lágrimas corr
llamarlo! ¡Él ti
me sujetó c
a de nuestras llamadas. Lo
traicionó. Me dejó morir, y de
r a su asistente, una voz
sponible. Está... con la señori
lejandro, fría y dis
ues viva? Bien
mi voz ronca de dolor y rabia. "¡
ausa. Luego
e envié algo. Una muestra de mi... agradecimiento. Acabo de firmar la transf
que ni siquiera podía cubrir la cremación más básica. Valoraba más la presencia fugaz de