Traición de Sangre: La Venganza del Verdadero Heredero
vista de
endo, un shock para
e la lavandería industrial, temblando violentamen
regaban la piel con cepillos de cerdas duras, tratándome
n a mí. Habla
a, vertiendo una solución que olía
a otra, frotándome el brazo hasta que la piel se puso en
e sentí el sabor a cobre,
ser desinfectado. Un err
norme: un vestido gris que colgaba de
, su voz desprovista de simpatía. "No te mu
ción húmeda, el silenci
había comido en dos días. El miedo al castigo era pesad
la puerta, abrié
llo conectado
gruñido baj
con
esta
n Ferrari rojo, balanceando las
aminaba de un lado a
as cortadas y los ojos fijos en mí com
eres la rata
una p
y se acercó a
contraste empalagosamente dulce con el
isa", s
ndose cerca. "Eres el error. Papi
oprimió. "Él
o agudo y cruel que resonó
n ese sótano. Mamá también lo dese
eó los
anzó, ladran
ayendo con fuerza sobr
l último segundo, riéndose m
, rata", dijo. "O la p
rr
tré en l
. Los chefs gritaban,
o me golpeó como un puñetaz
gua la boca
e canapés que es
amarón con sal
en mi pecho, ecl
razné, dando u
pulento con la cara roja, se gir
e dejó en
enéticamente la salsa. "Mi madre...
de los pocos recuerdos que tenía, un precio
e abalanz
ña sucia e indeseada int
ra!",
emp
a golpeando una mesa de preparaciór mi pierna, cegánd
ó el chef. "¡Saque a esta
casa, apareció. Parecía un directo
ndería", siseó, agarrándome de la o
lágrimas corriendo por mi ca
ora Garza", dijo Benavides con frialda
puerta trasera al
a llo
zo, mirando a través de los
orada bañaba la mesa, proyectand
ba sentado
su derecha. Sof
ilia real, intoc
colocaron plato
iración, observ
hetas. Las apart
a alé
a se le hab
yo recor
onexión que tenía con
vi c
ilete a Leonora, un
o de algo q
fía. Una sonrisa
ahí, dándole su amor a una niña que
rtió en una agonía
dor de basura cerca
debía. Yo e
portaban los nombres. Sol
hacia los
a medio comer y un
, sin masticar, solo tragand
la rechazó d
ostumbrado al su
o, con arcadas secas hasta que pu
es e
era d
té la
ba de pie e
hisky, el líquido ámb
o a un bote de basura, c
abía piedad en sus ojos, so
iendo basu
, susurré, mi
so dices ser. Los Garza no come
a bruscamente
or de la casa
i se muere, sino porque no quiero que el forense encue
ercó
atos caros a centí
, su tono mortal. "Mintiendo sobre las aler
sé q
ca a los cacahuates",
endido en el aire co
", dijo Damián, su voz goteando ve
fue, dejándome
mi cora
io al