La Doble Vida Letal de Mi Esposo
ía
co contra la frágil paz que había encontrado en la habitación de invitados de Elías. Lo busqué a tientas, mi mente todavía espesa po
! ¡No está en su habitación! ¡N
re se m
eció? ¿A dónde podría ir? -Mi voz e
istracción, una alarma de incendio en el ala
rbara. Mi mente gritó su nombre. Esto no er
jandro? -exigí,
transmisión en vivo acaba de comenzar.
, sin duda, estaría a su lado, disfrutando del brillo de su gloria reflejad
cabello era un desastre, mis ojos probablemente salvajes. Pedí un Uber, mi voz ronca, exigiendo la ruta más rápida al lugar de la gala. Las lu
de las copas, el murmullo de conversaciones educadas. Todos llevaban vestidos de diseñador y esmóquines a medida, sus rostros cuidadosamente compuestos. Y luego esta
smático. Bárbara, deslumbrante en un brillante vestido esmeralda, se aferraba a su brazo, riendo hacia él, su rostro radiante de a
us pensamientos: *¿Qué está haciendo aquí? ¿Arruinando mi noche?* Probablemente pensó que estaba allí
nía a mi madre. Empecé a caminar, un miembro fantasma arrastrándome hacia adelante, a través de las mesas, pasando las ca
ando el sofisticado estruendo como un cuchil
jandro y Bárbara, ahora giraron para capturar mi intrusión desquiciada. La sonrisa radiante de Bárbara
ro, dando un paso adelante, su voz un siseo bajo y fu
brazo, sus ded
nublando mi visión. Mi compostura cuidadosamente construida se
n una habitación llena de élites serenas. Pero n
s en el pulido suelo del escenario, mi cabeza golpeando la m
encia atónita, una sonrisa apaciguadora en su rostro-. Ha
é a Alejandro, su rostro una mezcla de ira y vergüenza cuidadosamente manejada. Hubo un fugaz destello de preocupac
iz, corrió hacia adelant
fía! ¿Es
u toque se sintió como la caricia de una víbora. Mientr
h, está a sal
inocencia fingida, ahora bril
ado. Ha estado un poco... difícil. Así que pensé en darle u
a verdaderamente m
, Sofía.
i mente se tambaleó, tratando de procesar la horrible implicación. Esto no era solo un secuestro. Era un asesina
veme a mi madre! -grité, sacudiéndola, mi fuerza alim
impacto hizo que mi cabeza se echara hacia atrás, un destello cegador de dolor. Me ardía la mejilla, me zumbaba el oído y el
ena de asco-. ¡Mírate! ¡Sin dignidad! ¡Sin respeto po
madre estaba at
do sus acusaciones, la vergüenza
ostenía un pequeño y elegante control re
uegos artificiales'? Quise de
el control remoto.
el estacionamiento. Justo a
que estaría desaliñada y necesitaría irme rápidamente, evitando a los chóferes de Alejandro. Bárbara
e la multitud. Tenía que llegar a ella. Tenía que salvarla. Intenté correr hacia la salida del escenario, pe
pechos inflexibles con mis puños-. ¡M
re mí, su rostro una
a, amenazante-. Entonces arrástrate. De rodillas. Pídele perdón a
me observaba con cruel diversión,
orgullo, venganza... se evaporaron ante la muerte inminente de mi madre. La idea de ella, frágil y confundida, atrapada
do que se sentía como veneno, se clavaron en los de Bárbara. Incliné la cabeza, mi frente tocando la m
biendo a ceniza-. Por favor... perdó
tes, una promesa silenciosa de retr
sus ojos, quizás un atisbo de incomodidad ante la pr
señalando la salida-. ¡
al salvaje escapando de una trampa, por el pasillo, a través del vestíbulo, pasando la seguridad
arecía burlarse de mí. Podía oír la risa encantada de Bárbara flotando desde las puertas del salón de
ra el más alejado en la esquina, oscurecido por las sombras. Corrí ha
MÁ!
luz naranja, era una máscara de horror naciente. Se giró, lentamente, para mirar a Bárbara, que estaba en la entrada del salón de baile, una sonrisa triunfante y demoníaca en su rostro. Y entonces, el mundo explotó. Una enorme bola de