La Doble Vida Letal de Mi Esposo
ía
bía sido definida por Alejandro Garza. No solo mi vida personal, sino también la profesional. La imagen pública de "Sofía Valdés de Garza", la pareja de poder, la brillante analista casada con el
y prejuicios aún más antiguos, siempre ha
biendo champán-. Seguramente, querida, tus talentos se adaptan mejor
ía impulsado mi paso a la televisión, moviendo hilos, haciendo presentaciones, aparentemente orgulloso de
tísimos, análisis respetados, un nombre conocido en todos los hogares. Alcancé la cima, una presentadora de noticias financieras cuya palabra po
es en el aire parecieran un poco desviadas. Luego escalaron. La debacle de hoy no fue un accidente; fue un asesinato deliberado y brutal de mi credibilidad profesional. Todo por B
ezosa en los labios mientras Bárbara se colgaba de su brazo en un
ada, el destello d
ás a Bárbara-. Querida, yo no engaño. Simplemente expando mi portafol
siempre. Había aprendido a tolerar sus aventuras con una capa de fría in
an ciega, tan desesperada por su aprobación, por la ilusión de nuestra vida perfecta. Mi amor, mis sacrificios, mi propia identidad, habían sido lentamente erosionados, manipulados has
ar, sacándome de mis pen
o de la noche. El segmento de Bárbara Villarreal. Necesi
entido del humor. Querían que puliera el
ravés de la preparación. Revisé las notas de Bárbara, sus guiones, sus proyecciones de mercado. Eran notablemente similares a las mía
del presentador, riendo un poco demasiado fuerte con Alejandro, quien estaba casualmente apoyado contra el monitor, con un brazo sobre los
n alejarse de Alejandro-. El señor Garza dijo que me ayudarías con mi
Alejandro, una invitación s
te asintió, su mira
experiencia, Bárbara.
me
un nudo en
samente neutral, sosteniendo su guion-. Pero creo que
ebató los pape
y yo repasamos todo. Dice que mi encanto natural es
Alejandro, quien s
emasculada públicamente en mi propio dominio, por el mismo hombre que había defendido mi posición. Algunos
teleprompter -dije, mi voz un susurro
presencia de Alejandro, hizo u
l señor Garza tiene
él, un ges
imperceptiblemente, me miró, un destello de triunfo en sus ojo
esde la sala de control, seguía interrumpiendo con palabras de aliento, elogios por su "perspectiva fresca". El equipo, antes deferente conmigo, ah
te terminó, Bárbara se lanz
, cariño! -exclamó efusiv
ojos llenos de una calidez que
ra. Absolutamente brillante
presencia. Sentí un escozor en los ojos, pero me negu
io era ensordecedor. Me hundí en mi silla, el agotamiento como un pesado manto. Me dolía la mandíbula. Mi o
úmero anónimo. Un mensaje de texto. "Escucha esto. Bárbara Villarreal. Y tu madre". Adjunto había un archivo de audio. Mi cor
, inconfundiblemente la de B
i! ¡Simplemente... salió de la nada! ¡La vieja e
ba, al borde
nquilo y tranquili
s? Llego en diez minutos. Nos desharemos del coche. ¿Y tú? Te vas a tomar unas pequeñas vacaciones.
a vieja? -g
ntemente desapegada-. Solo concéntrate en ti. En tu fu
ahogado d
jandro. Grac
a. Hace años. El accidente que le había robado la capacidad de caminar, de hablar con claridad, que la había condenado a una vida de sufrimiento silencioso. No fue un accidente. Fue Bárbara. Y Alejandro. Lo sabían. Lo encubrieron. Todos estos años
sonando en las paredes silenciosas de mi oficina. El mundo se inclinó sobre su ej