Del Odio Al Amor
ban por el vidrio y dificultaban la visión de la carretera. A pesar de todo, el hombre que estaba en el asiento trasero parecía ignorar por completo el mal tiempo y escribía algo en su teléf
y el conductor giró inmediatamente la cabeza y le respondió agitado, "Señ
ir del automóvil, vio una figura que se acercab
ñor Lu", le suplicó Pauline Song mientras golpeaba la ventana con fuerza y la lluvia se mezclaba con la sangre de sus manos al deslizarse por el cristal. "Señor Lu, le ruego que tenga piedad. ¡Si salva a mi abuelo, haré cualquier cosa!", añadió ella en un tono desesperado, y es que la tormenta se volvía cada vez
motor que dio unos pasos hacia atrás y se cayó mientras la lluvia seguía deslizándose por su rostro y le impedía mantener los ojos abiertos. En lugar de llorar o sentarse allí a sufrir, la mujer se secó rápidamente la cara y se levantó p
y pedirle ayuda tres años después de arruinarlo todo. ¿Acaso Peter Gu no tiene otr
ras se imaginaba el tono burlón de Edmund y, debido al repentino giro de los acontecimientos, su rostro se puso pálido y su cuerpo comenzó a temblar ligeramente. "No, no es eso", consiguió decir con lágrimas en los ojos y luego, como si hubiera recordado
e pudiera reaccionar, ya estaba en el asiento trasero del coche, donde alguien la abrazaba con fuerza, y un ligero olor a tabaco le llegaba a la nariz. "Señor Lu", exclamó ella, levantando la cabeza y observando el par de ojos fríos y despiadados que la estaban mirando, pero justo cuando estaba a punto de decir algo, la man
. De hecho, en esta ocasión, su orgullo no significaba nada para ella. La única razón por la que había arriesgado su vida para detener ese automóvil era el deseo de salvar la vida de la única persona q
soportar la humillación y dijo con voz temblorosa, "Señor Lu, no importa cuánto me humilles mientras estés dispuesto a salvar a mi abuelo
und Lu apareció una sonrisa al responderle, "¿Quie
ine como un cuchillo y la mujer se sintió tan in
mable como antes si la única razón por la que es
olor, pero después de un solo segundo, recuperó la compostura y su alma se volvió nuevamente de piedra. Sin mostrar ni rastro de piedad, el hombre la empujó fuera del coche y, cuando Pauline cayó torpemente bajo
¡Qué asco!", exclamó él y a continuación un montón de billetes sa
a prisa acompañado por el estruendo del motor y el del trueno y haci
lejaba perfectamente la manera en la que había pasado sus veinticuatro años de vida. De hecho, a pesar de haberse esforzado mucho por hacer las cosas
re un collar. Después de haber estado bajo la lluvia durante tanto tiempo, la mujer agarró la joya con una mano temblorosa y la reconoció de inmediato por su estilo particularmente especial, pues era el regalo que
l, Pauline!", se
onces, pero antes de que pudiera terminar de formular esa idea en su cabeza, el vi