Del Odio Al Amor
e quinientos millones de dólares y el director general de la empresa, Edmund Lu, está siendo entrevista
buen momento para volver a pedirle ayuda', pensó ella, y es que estaba tan preocupada por salva
opción que ir a pie hasta la sede de MC Group. Afortunadamente, la empresa no estaba demasiado lejos de su casa, aunque, cuando solo llevaba la mitad del camino tr
onces a sí misma, sacudiendo la cabeza en un intento de deshacerse
up, Pauline estaba cansada y sedienta, además de
alizada, sin saber que decir. "¿Qué tarjeta de invitación?", preguntó y, al escucharla, otro vigilante la miró de arriba abajo por un mome
lta. Fingiendo no escuchar las palabras del vigilante, Pauline se pellizcó discretamente el muslo y se giró hacia el más joven con los ojos llorosos. "Señor, esta es la primera vez que vengo a la ciudad y mi madre me pidió que encontrara a mi hermano, pero no esperaba que...", comenzó ella a contarle la trágic
s dos guardias de seguridad, Pauline supo que había llegado la hora de
n recelo. "¿Acaso estás inventando una h
ayudarme y llamar a mi hermano?", insistió Pauline con su compañero y, después de decir eso, recitó una serie de números que pensó que ya había olvidado. Sin embarg
ar comenzar a temblar mientras unas gotas de sudor frío aparecían en su frente. Después, el hombre se apresuró a explica
r la mano del hombre, pero antes de que llegara a hacerlo, el hombre guardó tranqu
de las puertas, estaba extremadamente nerviosa y s
ó el guardia de seguridad en cuanto la llamada se cortó e inmediatamente el rostr
ambiado su número de teléfono, así que respiró hondo y volvió
el ceño fruncido, confiando cada vez
interesó en un tono vacilante, "Los periodistas está
a escuchó eso, corrió hacia las puertas y comenzó a gritar, "Edmund Lu, ¿puedes acostarte con una mujer, pero luego no tienes las agallas par
rio desde el otro lado del vestíbulo, silenciando a Pauline de
ué estaba pasando. Por otro lado, Katrina Lin consideraba que los guardias de seguridad estaban perfectamente capacitados para manejar este tipo de asuntos y no entendía por qué Edmund insistía en hacerlo personalmente. Además, la
e su intención había sido obligarlo a salir, no esperaba que su plan realmente funcionara. De hecho,
a desagradable que debía tener ella en comparación con la de su interlocutor, con el pelo mojado y la ropa pega
abras fueron como un cuchillo clavado en el corazón de Pauline, aunque luego continuó diciendo, "¿Acaso no fue suficiente el millón de dólares para sat
vor, ¿puedes salvar a mi abuelo?", le suplicó ella y Edmund le respondió con desprecio, "Ya estoy cansado de acostarme contigo, así q
e suplico que me ayudes. Por favor...", intentó decir esta, pero se desmayó antes de que pudiera terminar su frase, y es que el hecho d
da en una habitación extraña, sin tener ni id