Cuarenta semanas
ulo S
her
n los extremos de la toalla en torno a mi pecho para que no cayera al suelo y sostuve el cepillo para desenredar mi cabello. Desde que había despertado, tenía los nervios a flor de piel. El mot
-exclamé y
había deleitado con la lista de quejas matutinas. Tan solo dejó una nota informándome de que nos veríamos al mediodía. Estábamos a
aquí? ¿Quieres matarm
eja y entrelazó las
inta minutos en la ducha y, por unos instan
casi se unió al índice; tenía la vista cl
mi agrad
si fuese una persona. Me vi en la obligación de apretar el puente de mi nariz y de tomar una bocanada de aire para evitar gritarle, pues eso alertaría a mis compañeros de que no estaba sola en mi dormitorio -si es que no lo habían visto ya cuando él entró-. Cuando por fin
e respondió a sí mismo, ocultándose tras el oso para simular que era animal quien decía lo último-. Lo cierto es que no me había percatado de ese deta
rtido -interrumpí su
la desplazó sutilmente unos centímetros más abajo-. De hecho, ayudaría que te cubrieras
, en mis dominios. Olvídate de ese rollo sobreprotector o te expulsaré. - Señalé a la puerta-. Y los ojos están en
sostenía y añadió-: Sin embargo, soy un hombre afortunado que tiene la oportunidad de admirar a una dama tan bonita
tico -r
uarto de baño con las prendas que me pondría para la boda. Aproveché los minutos de calma para pensar y para intentar ralentizar las aceleradas pulsaciones de mi corazón. Desconocía cómo entró, cuándo o por qué. Pero ahí estaba, volvié
a que mi vientre quedase en la misma zona donde la tela se hacía más densa. Puede que fuesen imaginaciones mías, o puede que realmente tuviese una diminuta hinchazón creciendo en la parte más baja de mi vientre, la más próxima a mi entrepierna. Como no des
tografías que yo había tomado prestado de la estantería de mis padres. Mi curiosidad despertó de inmediato
reglas tanto? -
nes en busca de la caja de zapatos, pero no la hallé. Como no quise perder más tiempo,
quedaría enrollada en mi cabeza mientras el resto de pelo caería por la espalda. Al terminar, me emocioné del resultado que mis torpes ma
su armario. Nos repartíamos las tareas de aseo, pero ella casi nunca cumplía. Coloqué el calzado frente a mí, alc
taba anudarlo,
ine. -Se levantó-. D
no ha
na del escritorio se deslizó por mi mente en segundos. Por fortuna, Dimitri actuó con celeridad y consiguió sostenerme a
e ser tan torpe,
ticia cuando no tengo ambo
Necesitaba cerciorarme de que no era una broma pesada, de que aquel pensam
ones estaban desabrochados y dejaban a la vista la musculatura de su pecho. Puestos a ser sinceros, no me incomodó demasi
no había atisbo de
da? -continué-, dime
de Svetlana no han podido tomar el avión a causa del mal tiempo y ella se ha negado a celebrar la boda sin su
cto -fruncí el ceño. Di
renunciar al joven que vive en mi interior. Tan pronto como firme el contrato de matrimonio, mis escasas horas libres desparecerán
ó una mano en la parte baja de mi espalda. Al comprobar que me negaba a tomar asiento, me empujó hasta que mi trasero chocó con el colchón. Me obligó a permanecer s
ulces gestos ablandaban mi corazón y, a juzgar por el brillo de sus ojos, él lo
, ¡y todo mi esfuerzo ha sido en vano! Llevas en este dormitorio más de treinta minutos.
ntentado
ormarme-, eso explica su misteriosa nota y la prisa con la que ha abandonado la residencia. Adiós a un domin
para transmitirte la
uaciones parecidas y han terminado en juzgados para establecer un horario de custodia compartida. Yo no quiero eso
O
urso me dejó
unto de vista. Tenía razón. A mí también me desagradaba la idea de un futuro repleto de abogados, de las características preguntas realizadas a
o, pero guardé silencio
cedí-. Lo sient
por qué d
ros desnudos y de
por el que siempre h
ra hacerlo, hasta que su silbido
hemos postergado nuestros planes para hoy, y a modo de disculpa,
preguntas nos atosiga
ento. -Introdujo las manos en los bolsi
o de dinero en mi bolso. Él no lo pagaría por todo-. Pero ten en cuenta que no ne
, no podría sacar de mi cabeza ese asunto, que no
y luces oscuras, decidí aprovechar el vestido para lucirlo ante los ojos de
s de los bullicios generados por el tráfico y los inmensos edificios. Conforme nos alejábamos, pensé que nos adentrábamos en ot
anzaba por el parque en busca de un sitio en el que sentarnos para montar el pícnic. Si pisaba el césped
ordí la suave superficie hasta que solo quedaron el fino palo marrón y el centro. Lancé los restos sobre una de las varias servilletas que teníamos
ilencio, parecía que
e pollo pequeños, dos sándwiches, todas las cerezas, un trozo de tarta de chocolate e incluso bebiste muchos vasos de zumo.
. Una mitad de la ración está destinada para él o ella, la otra me la quedo yo
das, demostrando que no se
rtos con un film de plástico transparente y los envoltorios en el interior de una cesta
do todo listo desde antes d
o los brazos como una almohada. Continuaba siendo el mismo chico al que había c
daespaldas, quien permaneció en el coche, a varios metros de nuestra posición. Supuse que estaba aquí por la se
sobre ti que no
partes visibles de mi rostro. Después, me repetí las intenciones de Dimitri y me tranquilicé: los periodistas lo seguirían a todas partes tras la cancelación de la boda. Nuevos rumores surgirían pronto y los entre
No se lo agradecí con palabras, pero sí con actos: no lo expulsaría de mi vida, tal y como había decidido hacía unos días. Su participación, tanto en mi futuro como en
curso adelantado en el instituto porque siempre conseguía las notas máximas; no solo de mi clase, sino de la promoción. Me trasladaron a la universidad tras r
e echar un vistazo al nombre que aparecía en la pantalla, se levantó tan pr
o no pudiera oírlo. Me hubiera gustado que atendiera la llamada con mayor liber
que mi teléfono también
s te has metid
ños trozos de hierba adheridos a la tela y busqué mis zapatos con la mirada. Juraría que los había colocado en l
us nudillos blanquecinos me alertaron del ímpetu con el que lo sostenía-. Mi padre se pregunta dónde diantres e
ablaba com
maron bien cuando les hablé de mi embarazo. Albergo las esperanzas de que se adaptarán a la idea con el tiempo. Lo único que me ha
-agrandó los ojos-, d
a bastante agobiada! Además, son mis padres. Nunca les he escondido secretos, ¡muc
nte de su nar
ón. Hablamos lu
dicho
cia. Estacionaré en los aparcamientos ubicados detrás de mi facultad, los que están reservados para el
ctamente. -Lo insté a
rcieron en dirección al sendero de piedra, así como
or unos instantes; me congelé hasta que se alejó, en esta ocasión, sin mirar atrás. El guardaespaldas lo esperaba con el motor encend
illo aparcó frente a mí y tomé asiento en la parte trasera, indicándole hacia dónde dirigirse. Durante el tray
ba tan perdido com
ine. Te necesito en
adas. Para nosotras era más fácil comunicarnos mediante notas en el escritorio, ya que pasábamos la mayor parte de
la universidad. Me disculpé luego por mi repentina indeci
la compañía de taxis. Como me había sentado en los asientos traseros, no me había percatado de su juventud hasta ver la foto de su identificación. Anoté su nombr
-Volví a disculparme cuando a
mera dirección y media hora en la segunda, lo cual
l virar el volante -bromeó mientras apoyaba el codo en el asiento del copiloto-. Dic
o una divertida reverencia. Me
ra el ascensor, y me adentré en el dormitorio con rapidez. Los tacones cayeron a mis pies cuando me encontré a Svetlana sollozando en
-llamó con
a falda plisada de Alexia, aunque ella no parecía notarlo. Svetlana intentó sosegar su llanto mediante gestos -resoplar, mirar al techo y
a preguntar -adm
tante de Estados Unidos. Me han mandado una copia del artículo que se publicará mañana en todo el país. -Arrojó el folio impreso a mis manos, lo atrapé por las esquinas superio
el mundo se precipitaba sobre mis hombros al distinguir con claridad la fotografía que había mencionado mi amiga. En ella, Dimitri estaba aprisionándome contra la pared, con su boca sobre la mía. Gracias a
uede ser r
-Aclaré mi garganta p
rón se ha marchado de la ciudad para evitarme. Pero si piensa que se librará de mí, las lleva claras. En
cialmente, al estat