Una esposa de mentira. Saga familia Duque.
mposina: Maniz
lio comedor de la finca, el jefe de la familia se colocó los le
no? -cuestionó a Juan Mi
ar papá -resp
resopló, estaba por ponerse de pie para
los ojos rojos de la mala noche que pasó el día anteri
uní porque pienso hacer cambios importantes e
ionó María Joaquina l
uan Andrés el nuevo admi
ayó de la silla. Sus herma
ño-, yo no tengo la menor idea, no he estudiado mercadotecnia
n, negó con la ca
arte los lujos que te gustan -advirtió con seriedad-, aprenderás a administrarla, es más desd
esopló, negó
yo no puedo a esa hora, haré
estás presente, volveré a congelarte las tarjetas
egarme de esa forma! -rugió dando vueltas por la fuente de la entrada principal de la hacienda-, nec
*
a escuela. Había llorado toda la noche, lamentando la pérdida
frente del pequeño. Sin su fuente de trabajo, decidió aceptar l
us manitas, y ab
, recojas mucho café, y puedas comprarme la p
agmentó al escucharlo, su
comprarte esa pelota. -Sonrió, lo tomó de la mano y lo dejó en el
-aseveró el chiquillo y corr
miró a muchísimas personas apostadas en la plaza, la mayo
ir a la Momposi
omeró para subir a las chivas,
gar deben
or ahí se podía entrar al vehículo, en la parte de atrás estaba una escalera que da a la parrilla en donde se colocaba la carga. Los colore
de ellos, tomó asiento, y enseguida se sintió apretujada, la
e transitar por la ciudad, tomó la carretera, Paula admiraba el paisaj
morando el incident
to Juan Andrés Duque!» pensó
nunciaron que habían l
l capataz como advertencia-, sigan derecho a las plantaciones
, no era la primera vez que trabajan en la Momposina, la joven miró la gran extensión de cafetales, cruzó sus
y ojos azules, se presentó como miembro de la
uan Andrés está ahora a cargo de la admini
sus ojos d
e, pero ¿cómo? No había forma de hacerlo, no hasta que se acabara la jornada. «¿Por qué me lo tengo que encont
ía jaqueca, pues nuevamente se había amane
rá las indicaciones, más tarde
ó Paula que decían las
guantaré trabajar con él!
atán!» pe
sería su paga, pero no tenía experiencia, enseguida se unió a las mujeres que más años llevaban en el oficio, pidió que le ens
evaba recolectando un saco de café, mientras que las demás, ya tenían como dos
s unas chicas, y empezaron a son
ría llevado a mi cama, pero no me involucro con
chicas, hasta que su mirada se clavó en las voluptuosas curvas de la única recolectora
tó mirarla a los ojos, pero ella siguió concentrada
oderarse de su cuerpo, sin embargo, no podía
la voz sin mirarlo, no deseaba que l
el ceño, su rostro s
s patrones? -rugió molesto-, si yo me dir
sta que llevaba amarrada a su cintura, levan
con altivez, ella no se iba a d
trataba de ella, notó que tenía los ojos rojos
l reflejándose en esos pozos oscuros y profundos que ella te
ció el ceñ
cercarme a la cas
de mi part
plar, frunció los l
e me dirij
ueta que lograba derretir a cualquier mujer,
a caminar por los cafetales, sintió l
Juan Andrés, muy cerca de ella-, si te hubieras po
la cintura, y la giró, entonces la besó a la fuerza. La c
r la sangre de Paula, entonces ella con todas sus fuerzas y su mirada centellante de enojo, lanzó un puño en el ro
le fue encima, golpeándolo con toda la furia
oca! -gritó él force
donde más podía-. Así seas el patrón debes aprender a respetar -rugió. -¡No
a de las manos, pero ella se había transformado en una
cuenta del escándalo, el capataz, logró s
cienda! -ordenó con ira, la m
uchó en la voz de una mujer, y