Una esposa de mentira. Saga familia Duque.
ía su dolencia se acrecentaba, por lo que decidió no s
a la escuela? -pidió a Lucia
ó profundo la
niño -aseguró y le pasó un analgésico a su amiga
dicina, y luego cerró los ojo
mó el pequeño Cris, t
á -solicitó Luciana-,
luego enfocó sus enorme
ionó, sus labios formaron una f
al chiquillo, se aga
ores, mejor ven te ayudo
rande -dijo el pequeño,
na so
ate mientras te pr
*
es una atrevida -rugió Andrés Duque hablando por
el gerente-, le aseguro que esa mujer no volverá, por ese incidente p
abios, había conse
s meterte con Juan Andrés Du
tres horas -comunicó y le dio la dirección del
o el gerente y c
r nacido, mugrosa -enfatizó
*
ub en el cual Juan Andrés, la había citado, no era la primera vez que estaba en ese l
da -dijo Andrew, y colgó el móvi
ndo las caderas con elegancia, pasó sonriendo delan
plar a Juan Andrés, lucie
un b
l, Juan Andrés tenía la piel muy blanca y su amiga Paula se había encar
scureció, sin embargo
itó dos limonadas-, no sabía que era la primera vez que tu amiga laboraba como escort, se me fue la mano, y me gusta
malas intenciones, por el contrario, pensó
ntander, cerca de la plaza cincuenta y uno, no es un sitio par
sonrió con
ocupes, me
*
residencia donde vivían, era un edificio de varias habitaciones, e
ero el dolor punzante en su cerebro no la dejaba tra
-cuestionó una mujer de ed
ero nada de cuidado -mint
s que deben la renta de la pieza d
resoplido lleno
ste mes nos ponem
egresó-. Oye Paula, varias conocidas mías dicen que en las haciendas cafeteras en esta
sus cejas, miró con
nsigue el empl
van a las fincas, tú preguntas a cualquiera de los recolectores a qu
eza, se recostó en la cama, abrazó al pequeño quién se había quedado dormido, o
permitía respirar-, espero que no hayan regañado a Luciana por mi culpa, pero ese tipo es un atrevido -gruñó-, espero no volver a verlo nunca en mi v
*
borar, empujaba la carretilla en donde vendía los jugos que preparaba d
eúntes-, tómese un juguito para este ca
aban las bebidas, pero con doble intención. Le decían piropos subidos de tono, o intent
*
edor asustado, muchos vendedores ambulantes se ace
pantalones de mezclilla, una camiseta blanca, sus tenis estaban bastante desgastados, cubría su rostro con una gorra, miraba como so
o Paula notó a los demás vendedores
icipales!
e la guardaban, pero fue demasiado tarde, era com
retilla que con mucho esfuerzo había consegui
con eso los frascos de cristal donde ella almacenaba sus bebidas se rompieron al h
sostuvo con firmeza la carreta para que no se la confiscaran, pero fue inútil, forcejeó con los municipales, sin embargo, ellos ejercieron la fuerza bruta, la empujaron y
rido, les pareció indignante la actitud de aquellos
del sufrimiento de los demás, entonces se quitó todas las prendas de valor, se colocó una gorr
patos, frunció el ceño, y alzó su
meterte conmigo, no tienes idea de quién so
revolvió el estómago, se puso de pie con las mejillas enro
a de ira se enfocó con resentimiento en los ojos de él-, eres un maldito niño rico acostumbrado a tenerlo todo -gritó desesperada-, con esos jugos yo mantengo a mi hijo, pero tú qué vas a sa
que a veces era un desalmado, pero era incapaz de ensañarse con un niñ
se a dormir sin haber
en su cabeza, y
los pobres de este país, y menos de la piojosa insolente de
*
e lo que hizo