Los Merodeadores de Fronteras
ol, reunieron los tizones desparramados de la hoguera casi apaga
s provisiones particulares, pues varios bisontes tendidos sin vida en e
n lomo de bisonte, el negro y el piel roja se examinaban con una
ostro estaba pintado de cuatro colores diferentes, y que llevaba un traje tan raro en con
iempo inmóvil mirando al negro, se acercó a él, y sin decir una palabra le cogió de un br
es el jefe le sujetaba con fuerza y procedía de una manera concienzuda a su operación singular. Entre tanto, Quoniam, a quien aquel frote continuo comenzaba n
cabeza y acudió presuroso a libertar al negro, que lanzaba miradas
o así a ese hombre? preguntó
sa; no le atormento; su disfraz
isfraz? excl
ilencio con un gesto,
e no está
repuso obstinadamente el jefe; los gu
una carcajada, y tan luego c
nca la mía. Todos los hermanos de ese hombre son de su color; el Gran Espíritu lo ha querido así, a fin de no confundirlos con las naciones de
o un hombre que se halla colocado ante un p
iendo una mirada distraída a la punta de s
rar a este hombre como a un amigo, y hacer por él lo que en ca
gracia, y tendiendo la
vo-Negro) es un sachem en su nación, su lengua no está partida, y las palabras que sopla su pecho son claras, porque proceden de
rrespondió cordialmente a su
gre corre tan roja por mis venas como si yo fuese blanco o indio.
s amistosas, los tres hombres se sentaron
de bisonte, que desapareció casi por completo bajo sus reiterados ataques, y que regaron con algunos cuernos d
as, y cada cual se puso a fumar silenciosamente y con es
lpeándola sobre la u?a del dedo pulgar de la mano izquierda, se
hermanos cel
tó V. para la caleta de los sauces secos del Río del Alce, para el diez de setiembre, día de la luna de Inaqui-Quisis (mes de las hojas que caen, seti
hermano: el Cier
que se oscurecía, y quedó sumido en una meditación profunda que sus compa?
a cabeza, dirigió en torno suyo una mirada investigadora, y se decidió a hablar, pero en voz baja y conte
o tiene en su pecho un corazón indio; el Ciervo-Negro le hablará como a un hermano. Hace tres lunas el jefe estaba cazando con su amigo a los alces y los gamos en la
apidez con que había llegado; y mi hermano, que hasta aquel momento había estado alegre y gozoso, se tornó triste de improviso. A pesar de las preguntas qu
asó todo; pero lo que entonces no podía yo de
inclinándose; temo que mi hermano no tenga que c
os rostros pálidos, de varias mujeres y de grandes casas de medicina arrastradas por bisontes rojos sin joroba y sin crin. Aquel rostro pálido se detuvo a dos tiros de flecha de la aldea de mi nación, en la orilla opuesta del río, encendió hogueras y acampó. Mi padre, como
uras y acentuadas. La nieve de varios inviernos había blanqueado su ca
de los pieles r
dijo m
(carta) en el cual estaban dibujadas figuras
tierras que se extienden desde la cascada del Antílope hasta el lago de los Bisontes.
eros que le acompa?ab
esas tierras de que V. habla constituyen el territorio de caza de mi nación desde
que esas tierras me han sido dadas, y que, si no consiente V. e
ole; he ahí el sistema de esos ho
al amanecer, los rostros pálidos pasaron el río y atacaron la aldea. El combate fue largo y encarnizado; duró todo el espacio de tiempo comprendido entre dos soles; pero ?qué podían hacer unos pobres indios contra los rostros pálido
el canadiense
o las mujeres de la tribu, y todas, o al menos casi todas, porque solo diez o doce lograron escaparse ll
ultó el rostro en su manto de piel de bisonte, y sus com
más impenetrables, me habían elegido para ser jefe suyo: acepté haciendo jurar a los guerreros de mi nación que, en los rostros pálidos que se apoderaron de nuestra aldea y asesinaron a nuestros hermanos, habían de vengar todo el mal que nos hicieron. D
on todo mi poder, respondió Tranquilo resueltamente; p
mi he
rse sin deshonrar su victoria con crueldades inútiles. No siga V. el ejemplo que le han d
ó el jefe; deja eso para los rostros p
sus fuerzas bastante considerables para asegurarle el triunfo? Ya sabe V. que los rostros pálidos son numerosos,
nrió con desdé
les darán unas sayas; el Ciervo-Negro irá con su tribu a establecerse en las grandes praderas de lo
ntenido V. espías cerca de los americanos para que le tengan al corriente de todas s
agacidad y esa paciencia que caracterizan a los hombres de su raza, había adoptado todas las precaucione
ellos había recibido: pero con esa rectitud que constituía el fondo de su carácter, no quería dejar que los indios cometiesen con sus enemigos esas crueldades espantosas a que con sobrada frecuencia se dejan arrastrar en la primera embriaguez de la victoria. Por eso la determinación
como condición expresa de su cooperación, que de seguro no era cosa de
osible y vengarse de los malos tratos que había sufrido, sin tomarse la molestia de reflexionar que las gentes contra quienes iba a pelear, eran completamente inocentes respecto de las injurias que él habí
antes el canadiense vol
guerreros de V.?
ene ya nada que le detenga aquí, nos pondremos en marcha al instante, a fin de reunirnos
aún no está muy adelantado, pero es inútil que p
les al hombro, se internaron presurosos por la senda que la manada de los bi