Los Merodeadores de Fronteras
l capitán Watt había reunido delante de la
es ascendía a sesenta y dos
efecto, en el viejo mundo ha pasado para siempre, por fortuna, el tiempo de las Marfisas y las Bradamantas, y mer
í: muchas veces, cuando el grito de guerra de los indios llega a resonar súbitamente en los oídos de los colonos, las mujeres se ven oblig
ojos de ángel que, en ocasiones dadas, han cumplido valerosamente con su deb
do en la frontera india; varias veces olió la pólvora y vio correr la sangre, y además era madre. Se trataba de
e la colonia, y todas se habían armado, resueltas
y mujeres, el capitán tenía en tor
ra, a quien hasta entonces había visto tan tímida y obediente, se negó terminantemente
n se reservó el mando de una partida de veinticuatro cazadores, destinada a acudir a los puntos que se hallasen más expuestos. Las mujeres, bajo las ó
canadiense y el jefe Pawnee se marcharon de la colonia.
llaba en orden; y después de haber mandado apagar todos los fuegos, salió secretamente de la colonia
tan solo de Bothrel y de un cazador llamado Bob, mozo resue
ue sirviese a la vuelta, y los tres hombres se desliza
centenar de metros de la co
él para oírle, les he escogido a VV. porque la expedición que vamos
trata? pregu
r fuego a los árboles cortados y amontonados de trecho en trecho, y a las raíces reunidas también en montones. En ocasiones dadas es preciso saber hacer sacrificios. Esas ho
xcelente, res
ya encendidas dos o tres hogueras, si nosotros los vemos, tampoco ellos dejarán de vernos. Cada uno de nosotros se va a proveer de los objetos necesarios, y con la rapidez de nuestros movimientos procuraremos frust
es los combustibles y las mater
luego otra, después otra, al cabo de un cua
go creció la llama, tomó consistencia, y muy pronto toda la llanura se
sin llamar la atención de los indios. Se apresuraron a regresar a todo correr a los atrincheramientos. Ya era tiempo, porque de improviso resonó detrás de ellos un grito
de los americanos, pues estos habían pasado
s indios: varios cayeron del caballo y los demás
oco al capitán: merced a su feliz ocurrencia era impos
ue los americanos aprovecharon
hogueras inmensas; creyeron que era un ardid de los indios; pero muy luego quedaron desenga?ados con el regreso de
do a su proyectado ataque, y según toda pro
lanura desierta, cuando le pareció observar un movimiento desusado en un sembr
jo; el enemi
so el dedo e
pila de madera más lejana se hundió co
o alguna diablura india: es imposible que
hundió otra, y después o
laban neutralizados por la luz que derramaban aquellos faros monstruosos, habían adoptado la sencilla determinación d
dispersaban por todos lados y l
indios que se acercasen algún tant
dos; los que aún quedaban se hallaban todos bastante próxi
los Pawnees int
s sitiadores, que después de haberse sostenido durante algunos minutos, se vieron obligados al fin a
on a reír y comenzaron
as buenas gentes encuentran nuestra sopa demasi
tán, esta vez no parece que
ue en aquel mismo instante los
go de fusilería, al cual desde?aron resp
on la misma rapidez con que habían venido, pero no sin dejar sembrados en su c
los blancos observaron demasiado tarde, con gran disgusto, que
os bien detrás de los troncos derribados y de los accidentes del terreno, tanto que, cuando el humo se hubo disipado, en el momento en que los americanos se inclinaban por encima de la empali
r entre los blancos al sufrir aquel ata
el combate adquiría serias proporciones que amenazaban degenerar en derrota, porqu
so desalojar a aquellos enemigos audaces del pues
se decidi
os demás vigilaban en las empalizadas, mandó bajar
batieron al arma blanca y
as, enlazados como serpientes, ebrios de coraje y cegado
inó aquella escena de carnicería, y en
o de desesperación al contemplar el espectá
e veía a los indios saltar como demonios persiguiendo a los defensores de la colonia
que había
o de Quoniam y de unos cincuenta guerreros escogidos, se embarcó en unas piraguas de piel de bisonte, bajó silenciosamente por el río y fue a desembarcar en
adamente, en el desorden que siguió a la última carga de los indios, los centinelas, creyendo que nada tenían que temer por aquella parte,
ble perdió a los def
mbarcó sin dis
los edificios construidos todos con madera, y lanzando su grito de guerra, se precipitaron
reros que no se habían separado d
resa, se dispuso para defender valeros
a con las manos alzadas al ci
ielo, o quedan perdidas: la co
rendiré a un villano que hace traición a sus h
, replicó el cazador con tr
o ser sal
. por sí, hágalo al menos por sus hij
o de horror y se precipitó llena de d
alabra del cazador, no intentaron
ándole algunos guerreros, y se alejó rápidamente con la intención de hac
buen negro cargó a la joven sobre sus robustos brazos; y reuniendo a todas las mujeres y los ni?os, los condujo a las orillas del Misuri, a
aún hacían más espantosa los bárbaros refinamientos de los indios que
reunidos en el centro de la explanada, se defendían con la energía de la desesperación contra
rostrando mil peligros, consiguió hacer que depus
tos, llantos y súplicas
ente hacia allá, agitado po
garon al sitio en que Quoniam había reunido a las muje
elo en medio de un charco de sangre. Quoniam estaba tendido delan
es ningún dato acerca de lo que había pa
capitán había