Zombie Capitalista
le, el izquierdo, estaba fijo sobre una camisa de hombre que yacía en el parabrisas delantero del carro. Dicha prenda estaba sucia, y manchada de sangre. Taliana se i
ido le dolió tanto que, empu?ó sus manos frustrada mientras se ahogaba en su propia impotencia. Taliana se desabrochó el cinturón, y se volvió a inclinar hacia adela
to de su hermoso y delgado cuerpo. Un enorme árbol, que se movía gracias a la brisa fría de la sabana de Bogotá, la recibió. Sin quererlo Taliana se paró sobre la camisa sucia que acababa de arrogar al suelo. ?Qué asco! Dijo contrariada, pateánd
en! – Se dijo a si misma tratan
tiene 27, volvió a su carro, tomó una peque?a maleta color ne
ovía sus caderas derrochando por cada poro de su piel, el orgullo que su padre le heredó. Taliana se aferraba a la negación, tratando de bloque
os multicolores. La puerta es de aspecto rustico, no tiene timbre, o algún dispositivo moderno en el cual uno pueda anunciar su llegada. ?Qué hago? Pensó. En el medio de la puerta hay un viejo aro de metal que parece ornamental, Taliana s
e?or López, ??Se olvidó de nuestra cita?! Rezongó, mientras
?Recuerde que tenemos una cita! A?adió. La cortina de una ventana se movió. ?Hola! Gritó. ?Soy Taliana, he venido a
itó Taliana – Yo tampoco quiero hablar co
a de madera. ?Pues lo intente! Gritó. ?Ahora me voy! – Miró al cielo, y t
colabora al se?or López con los quehaceres. Pase su mercé, el se?or la está esperando. Le dijo Gabriel. Para contestarle al hombre su gentil invitación, la joven
pantalones negros, y un sombrero color café oscuro, le extendió la mano a la bella reportera invitándola a entrar en la
yo lo sigo - Dijo ell
cia. Taliana notó que Gabriel movía sus labios como si estuviera masticando algo. Eso le produjo ci
amiento – ?Gusta un poco usted, su mercé? – Se dio la vuelta,
– Contestó ella, a su vez alejaba su rostro
abe de lo que se pierde - Se dio
ue?o camino pedregoso, dígame; ?Usted las cuid
paso un poco más. Ella, ignorada, meneó su cabeza
n, a la introspección. ?Lo ideal para un escritor! pensó. En su imaginación, Taliana pudo ver a López caminando de un lado hacia el otro del camino mientras le daba forma a una idea para una nueva novela o un cuento. Gabriel sacó un manojo de llaves de uno de sus bolsillos. No del bolsillo en el que tenía la co
ironía - López se la pasa hablando en contra del capitalismo, pe
to la puerta, el campesino le extendió una vez más la mano a Tali
A Taliana no le quedó otra más que entrar en
o – Le dij
ntrariada Taliana mient
su mercé – Le reiteró el campes
atrevido! ?Qué falta de
emanó de las sombras que la rodeaban. – Que, ?Acaso un hombre no p
una mujer solo la miren como mer
- Dudó un poco – "Culo". No es verla como
sorna, a su vez que caminaba hacia la sombras para verle la cara a su in
evolencia – y luego le llamaría men
uando er
hacia arriba, la otra apunta hacia abajo. El joven escritor de 30 a?os lleva una barba de una semana, y una rasta j
ienden las luces?
no hay ele
Y cómo vamos a hacer la entrev
nas velas. – Se apresuró a Contesta
rse. Su nariz respingada se encogió ante el olor que el interior de la casa expelía. Con mucho cuidado Taliana c
a mesa que tiene en frente, luego, subió lentamente su cabeza y se encontró a Daniel de pies en frente de ella con
candelabro doble que hay sobre l
el mientras se sentaba enfrente de ella – "Me habrá
a! – Corr
Qué
a, no se?ora! – Pr
a sencilla y me gusta. Si a usted le
lo – Replicó ella imitando el mismo tono bohemio mam
con el emblema de la manzana mordida. La chica colocó los tres aparatos en la mesa con corte
publicar un artículo sobre mí – Dijo
io nobel de literatura, es el segundo colombiano en hacerlo, además, es el más joven... es perfectamente compre