Kristine planeaba sorprender a su esposo con un helicóptero para su quinto aniversario, pero descubrió que el matrimonio había sido una farsa desde el primer día. El hombre al que llamaba esposo nunca la amó; todo había sido una gran mentira. Kristine dejó de fingir, perdió mucho peso y se reconstruyó a sí misma, lista para hacer que todos los desgraciados se traguen sus palabras Tras un matrimonio relámpago con un desconocido, accidentalmente reveló quién era realmente: una diseñadora estrella y heredera de un imperio multimillonario. ¡Y el guardaespaldas que había contratado fue su nuevo marido todo el tiempo! ¿Quién hubiera imaginado que el "estudiante universitario" con el que se casó resultaría ser un temido jefe de la mafia?
"¿Dónde diablos se metió el certificado de matrimonio? ¿De verdad Benny lo guardó como un documento ultrasecreto? ¿Acaso le preocupaba que le pidiera el divorcio a sus espaldas?", murmuró Kristine Holt para sí misma, entre divertida e irritada, mientras rebuscaba en los cajones de su villa en Slufield.
Con su quinto aniversario a la vuelta de la esquina, Kristine tenía la cabeza llena de ideas. Quería sorprender a su esposo con un helicóptero personalizado, diseñado por ella misma.
Benny Higgins siempre había hablado con admiración de Kueen, esa diseñadora envuelta en misterio. Ahora, por fin, llegaba el momento de admitir que la verdadera Kueen había sido ella desde el principio.
Este aniversario debía ser inolvidable.
Sin embargo, al recopilar los documentos para la transferencia de propiedad, descubrió que aún le faltaba el certificado de matrimonio para poder concluir el trámite.
"¡Lo encontré! Espera, ¿por qué hay dos certificados aquí?".
Toda la emoción desapareció del rostro de Kristine en un instante.
Con cuidado, desdobló ambos documentos. Uno era de ella y Benny. El otro correspondía al mismo hombre y a su amor de la infancia, Emily Hewitt.
Frunció el ceño, y la confusión se transformó rápidamente en una aguda inquietud. ¿Cuál certificado era el verdadero?
Impulsada por una creciente oleada de temor, se apresuró a comprobar en Internet el número de registro de su propio certificado.
Por mucho que lo intentaba, el sistema no dejaba de mostrar mensajes de error, pidiéndole que volviera a introducir la información, una clara prueba de que el documento era falso.
A Kristine le temblaban las manos mientras tecleaba los datos del certificado de Benny y Emily. Esta vez, el sitio se cargó sin ningún problema.
La realidad cayó sobre ella como un maremoto, dejándola aturdida y dolorida.
Durante todos esos cinco años, había creído de corazón que su matrimonio con Benny era real, aferrándose a sus promesas interminables y a su insistencia en que su historia con Emily era cosa del pasado. Todo el mundo los conocía como la pareja perfecta, pero ahora sentía que toda su vida con él no había sido más que una cruel ilusión.
Solo porque Benny decía que estaba demasiado delgada y que no era apta para ser madre, Kristine empezó a tomar batidos para subir de peso y suplementos.
Su cuerpo cambió rápidamente, todo por complacerlo; aquella figura que antes todos elogiaban quedó atrás sin que ella lo pensara dos veces.
¿Y ahora se suponía que debía tragarse la idea de que todo había sido falso?
No podía aceptarlo, al menos no todavía.
Kristine se enorgullecía de ser sensata y se negaba a sacar conclusiones precipitadas antes de conocer toda la historia.
Se secó las lágrimas, llamó a un taxi y se dirigió a la oficina de Benny. Necesitaba respuestas, cara a cara.
Cuando llegó y se detuvo frente a su puerta, oyó voces que venían del interior, lo bastante claras como para detenerla en seco.
"Benny, ¿de verdad piensas tener un hijo con Kristine? Emily está a punto de terminar su formación, volverá cualquier día. ¿No se sentirá destrozada si se entera?". El tono de Clint Dawson, amigo de Benny, era de intranquilidad.
"¿No tienes ni idea? Benny se hizo la vasectomía. Aunque Kristine sueñe con tener un hijo suyo, nunca ocurrirá", dijo otra voz, la del otro amigo del hombre.
"Exacto. Así que engordó para nada. Antes era delgada y guapa, pero ahora, mírala, cuesta creer que alguna vez fuera atractiva", añadió el segundo amigo con una risita.
Sus carcajadas, malintencionadas y ruidosas, atravesaron a la chica como un cuchillo.
¿Y Benny? No dijo ni una palabra para detenerlos. Solo bebió un sorbo de café y lució una expresión perezosa y despreocupada en su apuesto rostro, como si nada de aquello le importara en absoluto.
Kristine agarró con fuerza el pomo de la puerta de la oficina, con los nudillos blancos mientras luchaba contra el impulso de gritar. Las lágrimas corrían por sus mejillas, y la comprensión la golpeó con fuerza.
¿Una vasectomía? Su marido nunca se lo había dicho.
¿No fue él quien insistió en casarse y quiso formar una familia?
Todo lo que dijo era mentira. Desde el principio, tenía otra mujer y solo la mantenía atada para su propia diversión.
La verdad cayó con fuerza, y cualquier esperanza que le quedara se hizo añicos en el acto.
Con la mandíbula tensa, se giró y abandonó la oficina a pasos largos, impulsada por una ira que casi le hacía temblar.
Mientras avanzaba furiosa hacia los ascensores, se cruzó con una mujer: una figura vestida de morado, con rizos dorados, cuyo estilo evidenciaba que no encajaba en la monótona oficina. Kristine, desesperada por escapar, apenas se dio cuenta.
Mientras las puertas se cerraban, la mujer rubia pareció mirar hacia atrás, pero Kristine ya estaba concentrada en salir.
"Sí, soy Kristine Holt. Necesito cancelar el pedido del helicóptero. ¿Una comisión de cancelación? ¿Quinientos mil? ¿Estás bromeando? Bien, de acuerdo. Cárgame lo que quieras, solo deshazte de esa cosa", dijo la chica con brusquedad por el celular.
Terminó la llamada sin dudarlo, sin importarle el dinero perdido.
Decidida, no perdió el tiempo. Contrató a un entrenador físico y se propuso un reto: en tres meses recuperaría todo lo que había perdido.
Pero la ira no se desvaneció. La traición de más de cinco años, de casi dos mil días y noches de lealtad y esfuerzo, la carcomía, negándose a soltarla.
¿Benny había sentido alguna vez un momento de culpa por lo que le hizo?
Kristine se detuvo en la concurrida calle, su mente divagó un momento antes de enviar un mensaje a su abogado, Mateo Fletcher. "Mateo, necesito tu ayuda para redactar un acuerdo".
Capítulo 1 Una traición de casi cinco años
10/12/2027