Muero por tus besos
ras de distancia de la cafetería
levar, así como dos pesados rollos de papel film con el que cubrían los productos que guard
ido una discusión con su proveedor de café en granos, ya que por las fechas navideña
uellas personas pensando que serían comprometidos, pero le
la misma marca, porque ofrecer un cambio en ese momento sería c
a hablado en una ocasión con unos proveedores que acudieron a la cafetería a ofrecer
. Theresa parecía incapaz de resolver ciertos detalle
que se utilizaba, presentándose inconvenient
ron que cancelar varios pedidos por ha
hica estaba el atender ese tipo de asuntos, pero
r uso, para que no volviera a ocurrirle una situación similar, y esa mañana debía dedicarla a ent
s menesteres. Por ese descuido, ahora él no podía ocuparse de otros asuntos p
a empresa que apoyaba pequeños emprendimientos culinarios, con el fin de
canos, con un repartidor que iba a pie o en bicicleta propia, pero ya tenía
ban la mayor cantidad de oficinas y tiendas. La gente por una t
por hacer lo que su hermano debió realizar
había invitado a una vecina soltera que ella consideraba ideal para que se casara con él y le diera pronto bisnietos, pero Ethan
la, pero intento llevar adelante un negocio. ¿Te
dad. No entiendo como Gary y tú pueden vivir ahí. Por eso ti
aba, pero no era así. Si no trabajaba le resultaría difícil sobre
e para hacer compras navideñas y trabajaban más tiempo para cumpl
común y él no podía desaprovechar esa oportunidad porque
algo de su carga, viendo como un par de chicos se acerc
opezar con uno de ellos. Una de las bolsas cayó
lanzó miradas asesinas
preocuparse por el desastre que dejaron atrás,
ría amargarse po
en el suelo mientras la gente pasaba po
azos, avanzó más enfadado que hacía minutos.
e sentía preparado para lidi
su abuela. Entendía que la paternidad exigía tiempo y dedic
Tenía su propia casa y su auto y era dueño de un negocio rentable
d que no podía entregar en ese instant
predecía a su establecimiento. Quedaban pocos metro
ente, los cafés para llevar a esa hora eran los más soli
ión lo paralizó, como si de pronto hubiera chocado contra una pared de concreto. L
ra vez -soltó con can
ba el pedido de una pareja ubicada en la mesa junto
ncima, y con el que tuvo que avanzar a ciegas, ya que le impedía mira
los límites de la decoración para quitar con enfado los capirotes de burro que tenían
uevo al le
ulló, como si el delincuente que hacía
en parte, le daba la razón, pero el hecho de atreverse a destrozar su
uñecos y se aseguraba de que no hubiera otra cosa fuera de lugar. Pront
ras salía de allí ante la vista sorprendida, y en alg
repasó con recelo a los transeúntes espe
tro y puso sus orejas tan caliente