Quiero Seducirte Mi Ángel
hacer es bus
et, en Londres. La casa estaba totalmente amueblada, aunque tanto los muebles como las cortinas y las alfombras habían visto mejores días. Posiblemente
, asombrada, Alice Hayto
lo llevaran de la mano ni quería ir a semejante trote. Los movimientos de la mujer ponían de manifiesto su irritación e impaciencia. ¿Sería la madre del
estó-. Además, para eso t
- ¿A u
su vista. Un caballero caminaba en dirección opuesta con la mirada clavada en el suelo y expresión ceñuda. Supuso que llegaba tarde a
adujo -No. La verdad es que no nec
que no te refieres a... - Dejó la frase en el aire porque no hací
se para mirar a su dama de compañía con
que ocupaba y se inclinaba hacia delante como si tu
escand
l propósito de buscar empleo, Cassie. La
carcajada carente de buen humor -Nadie querrá darle empleo a una criada conver
ue señalar esa cruda realidad, pero la juventud es un valor en alza hoy en día. Fuiste una maravillosa institutriz para mí, y desde que te convertiste en mi dama de compañía has sido una maravillosa amiga. Pero la edad juega en tu contra, reconócelo. En cuanto a mí, en fin..
se llevó las manos a las mejillas -No debes
estuvieran hablando en broma. De
ve medio mundo, Alice. Precisamente porque le divierte creer semejante barbaridad. Supongo que muchos
Alice con los ojos llenos de lág
nancias y hui tras descubrir que carezco del temple para apostar, por no hablar de la habilidad. Además, me estaba asando con el velo de luto, y me percaté de que varias personas estaban intentando adivinar mi identidad. - Alzó un segundo dedo,
rada profundament
a pedirle ayuda a tu herm
ncantaría ayudarme, pero que estaba a punto de embarcarse en un extenso recorrido a pie por Escocia con un grupo de amigos... que se sentirían la mar de decepcionados si los abandona en el último momento. ¿A qué lugar de
olo tenía una, de la otra quedaba apenas un trozo. El animal cojeaba porque también le faltaba una pata. Y solo veía por un ojo, con el cual la observaba
e nuevo hacia la ventana y mientras tamborileaba con los dedos sobre el alféizar -Un hombre rico. Muy rico. Que nos mantendrá rodeadas de lujos. No será caridad, Alice. Será un empleo y sabré ganarme bien el dinero. - Su voz destil
enso permitirlo. Debe de haber otra alternativa. No voy a permitirlo. Mucho menos
rruaje que se movía despacio por la calle, conducido por
co de aquella Cassandra. No tengo dinero y mi reputación es pésima. No tengo amigos más allá de estas puertas y no tengo parientes dispuestos a sufrir las consecuencias de ay
do muy rico a los dieciocho años. Y también le había servido en el plazo de diez años para conocer la tristeza más absoluta que podía existir. Ya era hora de que la usara para su propio beneficio. Para conseguir dinero con el que pagar el alquiler de ese deslucido alojamiento, la comida qu
a los dieciocho era bonita, había adquirido una belleza clásica con el paso de los años. Su pelo, de un brillante tono cobrizo, no se había oscurecido ni había perdido lustre. Y ya no era tan inocente. Todo lo contrario. Sabía muy bien cómo complacer a un hombre. En ese mismo momento había un caballero en algún lugar de
arla más de lo que había d
recía a lo
hizo con gesto interrogante -, no tenemos amistades