Quiero Seducirte Mi Ángel
izo que ambas se echaran a reír de nuevo. ¡Ay, qué pocos motivos para reírse había últimamente!, pensó Cassand
a a desempolvar mi
po, casi todos descubiertos para que los ocupantes pudieran tomar el aire, contemplar la actividad que se desarrollaba a su alrededor y charlar con los ocupantes de los otros vehículos con los que se cruzaban, así como co
e el sol fuera en exceso abrasador. A Stephen no le molestaba semejante multitud. No se iba a Hyde Park a pasear con prisas. Se i
he al baile de Meg? - l
cidido plantarle cara al viejo escándalo que rodeaba a Sherry, quien se había fugado años antes con una mujer casada con la que había convivido hasta el día de su muerte. Había algunos que aún pensaban que Toby era su hijo, fruto de esa relación con la señora Turner. Ni Sherry ni Meg se molestaban en corregir dicha opinión
bligada a acudir a su baile. De cualquier forma, nadie se lo habría perdido, porque la curiosidad siempre era más fuerte que cualquier prejuicio.
ala del sombrero para saludar a las cuatro damas que ocupaban los asientos del cabriolé con el que aca
a su primo -Hace dos semanas
Constantine. Sus madres eran hermanas y les habían transmitido su herencia griega a los dos. Ambos eran morenos de pelo y de piel, y parecían her
onsacarle información con ese comentario. Elliott y Constantine no se hablaban, y eso que habían crecido juntos y habían sido grandes amigos durante la juventud. Y puesto que Elliott no se hablaba con su primo, Vanessa tampoco lo hacía. Siempre hab
? -comenzó a
ante, estaba poniendo su vida en peligro al inclinarse sobre el borde del precario asiento para sonr
fiesta de Meg, después de que la jovencita dejara bien claro que su madre había cancelado la cena con los Dexter a última hora y como le había dicho a todo el mundo que no iban a asistir, la pobre Christobel estaba aterrada por la idea de encontrarse
e caía bien. Claro que debía tener mucho cuidado a la hora de demostrarle su simpatía. Lady Christobel era la hija mayor de los influyentes y acaudalados marqueses de Blythesdale, y acababa de cumplir dieciocho años, motivo por el que ese año celebraba su presentación en sociedad. Un matrimonio con ella
a y de que el sector femenino de la alta sociedad había decidido, ese año con más ahínco que los anteriores, que había llegado la hora de que sentara cabeza, eligiera una esposa, engendrara un heredero y afrontara
su parte, le caían bien todas las jovencitas a las que conocía. Le gustaba hablar con ellas, bailar con ellas, acompañarlas
a fuerza. Sin embargo, no
hab