Donde duermen las mariposas
había esperado con ansias, no por el compromiso, sino porque ella iría. Y ahí estaba. Si tuviera una sola oportunidad.
ya comenzaba a mostrar señales de hartazgo. Cuando todo eso terminara, la vida volvería a la normalidad; creía que Sara contendría las
lado. El lugar de la fiesta era una vieja casa en medio de varias hectáreas de c
carlo -les
ucas, que estaba
no tardes y n
do y luego volvía cuando nadie se lo esperaba. El camino estaba flanqueado por enormes árboles frutales y farolas que
r cuando oyó ruido de ramas quebrarse: ¡Lele! Siguió el sonido y,
Le
sastre, alto y de cabello corto, se gi
nsé que era
irse, pero algo la detuvo: la expresión triste y cansada de ese rostro. Te
y emergió por completo
una palabra,
ntemente cerca de él para confirma
í.
ue busque
enimiento: la cara bonita, el cabello
no debes hablar con
te los extraños de ojos tristes.
a al extraño, que enseguida se dio
, no quise
lo h
en la
S
vio o de
io, es m
ermano? No lo h
con
Sara, claro
e dijo, parán
ué haces por aqu
o, que desapareció y es
undido, como si el tiempo hub
stumbre... so
ve
ba ganando; lo observó un poco más. No podía ser mucho mayor que Lucas; se paraba erguido, con las manos en los bolsillos, y fijaba los ojos sin pesta
ía nada porque estaba muy concentrado trabajando, ella se sentaba en una butaca verde en silencio y lo miraba. La persis
la nada, una sonrisa se le dibujó apenas en los labios y
Ad
, apar
ué
brindar y no t
me va
os,
ero algo hizo que se volt
? -le p
ó; parecía que lo había sacado po
ndo las manos de los bol
añaba, pero al mismo tiempo planeaba cómo hacer para justificarlo. La miró mucho más y, por la forma del cuerpo
o, sonriendo. Nunca antes lo había visto sonreír, y eso que lo conocía incluso desde antes de salir con Sa
solo pudo devolvérsela una vez, porque no tuvo más remedio que acercarse a saludar a los futuros novios. Los ojos enardecidos de Lucas se le
Allí se quitó la necesidad que le había evocado ese vestido gris ceñido y el cabello recogido, entre los brazos y las piernas de su futura esposa. Pero algo más lo ato
momento, 30 años y un corto pero doloroso pasado. Se había casado muy joven con una jovencita que conoció apenas durante dos meses, y ella enseguida había queda
gory le ofreció a la embustera una casa, un auto y unos documentos que le negaban cualquier otro derecho. Ella los firmó, llevándose tod
haba sus quejas ni sentía sus manos tratando de contenerlo. Y no se detuvo hasta que llegó al límite, y de su boca se escapó su nombr
ó termina
bre! ¿Tratas de
aste -le dijo mientras
úpida con tus av
ecidiste; no me venga
tu he
¡NO ES MI HERMANA! -y esta vez s
la? Francis va a
on ella. ¿Qué m
do por qué el apuro
os sabes cómo
su ahijada y Lucas, estaba segura. Adele no representaba nada, no era nadie, no tenía nada, y para Sara eso significaba que no era alguien de quien debía preocupa
o, y Lele no quería salir del suyo. Era el final y el comienzo. Se había matriculado en una universidad a seis horas de viaje, la más lejana que encontró. Durante todo ese mes, con Francis, estuvieron bus
do sintió lo mismo. Era diferente, porque con ella tenía una obligación diferente. Su amigo había sido como su hermano, más que su hermano. Lo conoció mientras hacían el servicio militar y enseguida congeniaron. Francis estaba intacto porque él
ndo le avisaron del incendio, de las muertes y del desastre, en todo lo que pudo pensar era en la niña. Y ahora esa niña, convertida en mujer, lo abandonaba. Lo llamó
e hombre ahí parado, que era imponente como una montaña, era todo
tás
S
maleta y po
a visitarlos. Por momentos, Adele quería llorar, abrazarlo y pedirle que regresaran; tenía miedo, pero como buena hija de su padre, aplastó ese miedo hasta el fondo y lo reemplazó con ansias y expectativas. Su nuevo comienzo estaba ah