ENTRE EL AMOR Y LA VENGANZA DE LA EXESPOSA
omienzo de una
rlo
en mi oficina, sentí un aire de satisfacción invadiendo mi pecho. Moría por verle la
aplastado para que se hubiera toma
do, apliqué un poco de perfume y me aseguré de que todo estuviera perfecto. No hab
r mantener la calma. Cuando la puerta se abrió y vi a Federick, llevando un ramo de flores, sentí una mezcla de emocio
dó Federick con una efusivida
ás? -respondí, intentando
as me inundó. Me encantaban las rosas, especialmente si venían de él. Pero el resentimiento que llevab
n las flores. Me provocan alergia -dije con firmeza
s ojos, pero logró mantener la compostura. ¿Dónde estaba
mi propuesta? -pregunté,
do. Precisamente por eso
o cómo Federick parecía arrepentido, un arrepentimiento que nunca había mostrado antes. Después de pedir el divorcio y echarme de su casa bajo la lluvia, las c
mi compañía. Lo sabía, lo conocía, podría verlo a través de su desesperada expresión. Conocía t
té, manteniéndolo bajo mi mirada fija. Sentía que el poder estaba en
son diferentes. Sin embargo, en cuanto a la propuesta, me parece algo extremista. Quiero aceptar tu oferta, pero no puedo entregart
con él en mis dedos. Observé cómo su nerviosismo crecía. En esta
. Si mi oferta no te interesa, es mejor que abandones mi oficina ahora. Tengo
biera dado una bofetada. Quería desaparecer, pero sabía q
el mercado, y si nos prestas el capital, no habrá problema en
de beneficencia, Federick. Así que tienes dos opciones: aceptar mis condicion
a través del dolor y el daño que él me había causado. Pero por dentro, mi corazón ardía con el deseo de estar en los brazos del hombre que había ama
. -intentó Federick,
or intentar hacer negocios contigo. Sal de
ostumbre decirte así cuando estáb
ndo que mi blusa se deslizara un poco, revelando parte de mi escote. Noté cómo Federick clavó sus oj
días para aceptar mi oferta, de lo contrario, no regr
¿O más bien una falsa? -exc
eres que te diga? -respon
te como una simple campesina. Ahora, según tú, eres u
cer propuestas como la que te hice. Si te sirve, bien; y si no, también -dije, mientras pasaba mi man
esdén y salió de mi oficina, cerrando l
n solo trago, buscando calmarme. Nunca imaginé que terminaría hablándole así al hombre que todavía tenía el pode