El Demonio de la Lujuria
e puse en pie-. Lo que dice no tiene el menor se
arte ni a ti ni a nadie. Está en tu interior creer o no en mis palabras. Créeme que he visto a mucha g
calmarme -, sin la más mínima i
ales. E, incluso, la existencia de
es muy difícil creer cua
e marche. Y, por favor, le pedí que no
ocaré el mal? ¿Aparecerá un de
tid
-Vickie colocó una
lmente crees en algo de esto?
irte -se encog
personas q
rían en una estafa
armonía de este lugar -advirtió
obre ti cosas con las
r -contraje los labios ofendida-.
luso con un demonio s
ecir esas palabras así, nunca sabes
re, a lo mejor así logro encontrar algo interesante en mi vida. Que
por el brazo-. Lo sentimos mucho
ó hasta la salida y subimos al coche.
Vickie observándome desde el asie
ra en que las personas como el
spiró-. Creo que en realidad, es
r tus pr
trada-. Sé que me porté como una troglodita
o hizo referencia a dos hombres,
narcó u
ninguno que
ero y el otro tu cu
para luego seguir con la vista fija en la carretera-. El caso es que
ortancia haciendo un gesto con
ho años. Incluso terminó por ped
casado contigo siend
señora plantó en
que es todo una gran mentira;
ahora
o que no.
as tonterías. Y no debo dejarme at
ormal en todas las personas casada
al cabo, llevamos varios años casa
ara que eso
egu
amabas nos balanceáramos
prendida y asustada-. ¿Qué
eso? -pregu
? -Frunci
lo que dijo. ¿
ó como si estuviera loca-. De
olo, ¿o sí? Estaba segura de
is nervios, que estaban a flor d
que la dejase en su casa y eso hic
un vaso de agua y calmar el revuel
sin razó
mis espaldas. Mi cuerpo se tensó
a todavía estaba en el trabajo. Ade
te; el ambiente
ratando de alcanzar algo con lo
obre la mía impidiéndome llegar a mi objetivo. Solté
do volteé, no vi nadie y mi
lo, pues lo había sentido y había visto es
anta. Agarré uno de los cuchillos
o, alguien pudiese saltar y atacarme de la nada. Al pasar junto a la habitación de William y la mía, noté la puerta de esta entreabie
sabía a quién me enfrentaba. Ni siquiera si eran más de uno y llevaban armas de fu
gente era salir de la ca
ta se azotó cerrándose de nuevo. Pegué un grito de terror dejando caer el cuchillo al suelo, pues no
... Esta vez canturreaba mi
recía querer salir de mi pecho. Mis manos estaban temblando y sudando en frío mie
ré hondo tratando de calmarme. Pensé que
que ahora mismo me tenía cautiva dentro de mi
lo solté, llenándome de valor. Entonces, comencé a girarme con
ninguna arma de fuego ni un objeto punzante. Sin embrago, me dejó pasmada su po
maginé; aunque no de
, aunque tenía un toque algo t
egro y sobre sus hombros una esp
r blanco. Los botones de su traje brillaban de co
ra, aunque no demasiado alta, er
n embargo, sus ojos le daban aspecto un tanto asiático. Su cabello era ligeramente largo, que caía por su ros
era ese