Compromiso Roto, Escape a Berlín
/0/21303/coverbig.jpg?v=e21598ae144ee9cd696a79fe28e54ebd&imageMogr2/format/webp)
so personalizado en la maleta, lista para s
era de promesa" a juego con su mejor amiga, Bre
na de aniversario porque a ella le dio
ia relación, tramité en silencio mi traslado a una
o estaba dispu
astrando a mi madre con él para manip
nó, me entregó un "r
ante me golpeó: intentaba drogarme para s
laron, pero no
ee, el tío terriblemente podero
iel -gruñó Héctor, atrayéndome hacia
ítu
io. El de Gabriel y el mío. Apreté la pequeña caja de terciopelo en mi bolsillo, la que guardaba el reloj
algo sobre nuestro día. Nada. Estaba bien. Seguro quería que fuera una sorpresa. Des
en cascada. Y ahí, inconfundible, estaba la mano de Gabriel, entrelazada con la de ella. Se me cortó la respiración. Fue solo un instante, un
orma en que sus manos descansaban juntas, tan natural, tan cómoda... gritaba algo más. Intenté regresar la hist
confirmar mis peores miedos? La parte lógica de mi cerebro, la estudiante de ingenie
nto, mi celular v
ue no lograba descifrar. No era emoción, no era
se me fue
? -Traté de mantener la voz ligera, un intento frágil de ig
sado y exasperado que me
lo con un proyecto importante esta sema
to importante. No "nuestro aniversario". No me estaba siguiendo el
o cálido, un gesto dulce. Sus palabras podían ser afiladas, pero sus acciones siempre gritaban amor. Ahora, no
sonar calmada, intentando construir un muro alrededor de mi corazón
sus
-Las palabras eran una obligación, no una o
tía como una hora. La sorpresa romántica que había planeado meticulosamente se había agriado en una espera amarga. La batería
a sonrisa forzada en el rostro. Se veía guapo, como siempre, pero sus ojos estaban distantes. Caminó hacia mí con una soltu
ve ahora, una sombra del viejo Gabriel regresand
e sentía ajeno, vacío de conexión genuina. Caminamos hacia el auto, su
o, muy por encima de lo que un estudiante de i
espreocupada, pero una astilla de sospecha ya se hab
ó de hombros, un
o más detalles. No explicó na
era de plata, intrincadamente tejida, brillaba allí. Nunca la había visto antes. Gabri
as escapando antes de que pudiera detenerlas. Mis ojos se cla
un rubor leve, casi impercep
regalo de agradecimiento. -Lo dijo t
manos entrelazadas. La pulsera. Todo encajaba, un rompecabezas horroroso. Él nunca usaba j
ecordé la historia de Instagram de nuevo. La plata delicada... ¿estaba en la muñeca de Brend
jos en blanco
n drama por nada. -Había un filo en su voz, la im
de Madrid pasar borrosas. Mi mente corría, repitiendo cada conversación, cada videollamada desde que se fue. Los vacíos, las llamadas perd
u calle habitual. En su lugar, giró hacia una avenida más grande, deten
s ojos-. Me estoy quedando aquí por un tiempo. Pensé que sería más có
tra mentira. Podía sent
que sería una buena sorpresa, ya sabes, para mi solicitud de traslado. -La mentira sabía a ceniza en m
ecio genuino en sus ojos. Se inclinó, ap
realmente considerarías mudarte aquí. -Por un momento,
a, pasara lo que pasara. Recordé haber estudiado folletos universitarios, investigando cada programa, imaginando un futuro a su lado. Todo eso, un esfuerzo monumental alimentado por un amor que creía mutuo. Incluso había contac
n poco-. Ya sabes cómo me pongo cu
ita, un sonido s
e un beso suave, vacilante, un fantasma de intimidad. Mi mente daba vueltas, tratando de recon
us ojos abriéndose de golpe, una mirada de puro pánico cruzando su rostro. Arrebató su teléfono, su pu
da M
? Tengo mucho miedo. Mi ansiedad est
teléfono a mí, una mirada desesp
go que irme. -Se metió el teléfono en el bolsillo, evitando m
un hecho frío y duro. Lo sabía. Sabía que iba con ella. No
ía dónde estaban sus prioridades. Ni siquiera es
mperceptible de culpa en sus ojos. Lueg
, el auto negro acelerando, dejándome
en la barra de búsqueda. Desplazándome por las imágenes, se me heló la sangre. Ahí estaba. La pulsera exacta. Y en la sección de comentarios, una ava
declaración. Y la historia de Instagram, las manos entrelazadas, la
girando a mi alrededor. La sorpresa.