El remordimiento de un esposo infiel
vista de
ás ocupado después de mi anuncio de embarazo. Trabajaba hasta tarde, hacía más viajes, siempre con el mismo estribi
terminando en mi cumpleaños. No estaba trabajando; estaba viviendo su fantasía perversa, planeando meticulosamente su regreso al "deber". El pensamien
rte de mí, la parte lógica, gritaba que la ignorara. Pero una curiosidad más oscura y p
redes sociales, una galería pública de su aventura ilí
eflejaban mis expectativas destrozadas. Andrés, generalmente tan reservado, se reía libremente, con la cabeza echa
ita! Tan bendecida. #MiAmor". Una foto de él, de espaldas a la cámara, sosteniendo
guas donde la abrazaba, susurrándole al oído. Me había dicho que estaba en un viaje de
a puñalada, una herida fresca. Katia tenía cuidado de no mostrar su rostro directamente en la mayoría de las fotos, pero yo conocía
ado en reuniones" o "trabajando hasta tarde". Cada excusa ahora se revelaba como una
én era, según las publicaciones de Katia, su "aniversario". La audaci
la madera mientras se movía a la habitación de invitados. A la mañana siguiente, se había ido, un mensaje de texto explicando un viaje de negocios urgente fuera de la ciudad. El perfil
es que ver, no más evidencia condenatoria. La última publicación tenía fech
s años. El asco que sentía por él, y por mí misma por ser tan ciega, era abrumador. Mi cuerpo, ya debilitado por la enfermedad, se rebeló. Su tacto, su mera pres
ti y el bebé -había dicho justo esta ma
ma cruel, una caricatura retorcida de devoción. Simplemente estaba
Ahora, el "trabajo" era su excusa constante, un velo endeble sobre su vida secreta. Las publicaciones de Ka
te la obligación a la que regresaba.
lor en mi estómago un eco sordo de la agonía en mi corazón. El cáncer era implacable, un compañero cruel
que tal vez nunca llegaría a sostener. Sabía que no podía esperar más. No podía dejar que esto continu