Demasiado tarde para tu gran remordimiento
vista d
marcado contraste con el tono despectivo que había usado conmigo segundos antes. Sostenía el telé
su pulgar frotando inconscientemente el borde del
tencia. Era una actuación que había presenciado de primera mano, aunque nunca dirigida a mí. Era una maestra en convertir inconveni
cánico está siendo grosero? Increíble. No te preocupes, ya voy para allá. No te muevas ni un ce
ar casualmente. Recordé el invierno pasado cuando mi coche se descompuso en una carretera desierta, a kilómetros de cualquier lugar. Lo llamé
cididos. Era un hombre en una misión, un caballero corriendo en auxi
oblemas. Todos esos años que racionalicé su distancia, su frialdad, diciéndome que así era él, un subproducto inevitable de su naturaleza ambiciosa.
to a la puert
su voz plana, ya distante-
a en las ruinas de mi vida. Se fue, la puerta principal
el arte caro, la vida que habíamos construido. Todo se sentía hueco, v
e había esperado, en el que había creído. Los saqué, uno por uno, y los arrojé a una gran caja de donación. ¿El costoso collar de diamantes
s. Lo levanté, mis dedos trazando el frío metal. Rara vez lo usaba. Prefería los modelos más llamativos y nuevos que Karla probablemente
tería, la puerta principal se abrió de nuevo. S
n sus brazos, un diminuto y esponjoso cachorro blanco, su cola
s perfecto! -arrulló, su
de darle un hogar amoroso. Gerardo se había enfurecido. Había declarado que odiaba a los animales, que eran sucios, exigentes y
chorro, una calidez irradiando de él que no había sentido en años-.
los muebles, y se dirigió a la cocina. K
rdo desde la cocina, su voz teñida de una
una década, la cena siempre había estado lista. Porq
, desprovista de emoción-. La ce
davía abrazando al cachorro, se asomó por encima de
estará? -exigió, su voz endurecién
ve, apaciguadora. Se acercó a él, colocando una mano en su brazo-. Ha sido un d
elajó, su mirada suaviz
. -Se volvió hacia mí, sus ojos fríos de nuevo
paso adelante, sus ojo
quise que nada de esto sucediera. Realmente espero que tú y Gerardo puedan... reconciliarse.
encia s
exactamente lo que estabas haciendo. Las llamadas interminables, los roces "accidentales", la forma en que lo mirabas a través d
si fuera una señal, una lágrima trazó un camino por
as cosas? Yo solo... a
ra, Gerardo la atrajo hacia sus brazo
esentida. -Su voz estaba teñida de asco. Acunó la cabeza de Karla, acariciando su ca
osa de casi una década, permanecía descartada, acusada y completamente invisible. Sentí un profundo cansancio instalarse en mi
clínica que había investigado discretamente. El procedimiento fue rápido, irreversible. Había renunciado a tanto por él, incluso a la opción de ser madre, porque una vez dijo que no estaba