La abogada del padrino
ón que parecía vibrar en las paredes. Valeria cerró la puerta de vidrio detrás de ella, silenciando la presenc
o negro golpeando rítmicamente el suelo, como un metrónomo marcando el tiempo de una bomba. La luz de la luna, filtrada a través de las corti
a. No estaba acostumbrada a ser recibida con hostilidad por sus clientes; generalmente, la
ada? -preguntó Gabriel, exhalando una columna de humo haci
ón, una butaca rígida frente a él, y se sentó. Cruzó las piernas, sacó una libreta y una
en posición de cobrar nada, Gabriel. Estás en posición de pasar los próximos veinticinco años en una celda de t
invadiendo el espacio personal que separaba sus sillas. Sus ojos
crecido en esta casa, Valeria. He vivido rodeado de guardias, cámaras y muros toda mi
do ver algo en el fondo de sus pupilas: no era miedo
la, cambiando de táctica-. Y yo he pagado un precio aún más a
en un cenicero de cristal
e -dijo con desdén-. Pero hay cosas
to del senador Ernesto Arriaga. La fiscalía dice que fuiste visto entrando en su suite del Hotel Imperial a
de nuevo y cruzando los brazos detrás de l
jefe del crimen con un senador que basa s
una mueca care
oso en varios proyectos de construcción de mi padre. Quería salirse. Tenía miedo de que la
anotó rá
qué
por un instante-. Entré. Lo llamé. No respondió. Caminé hacia la sala de estar y lo encontré. Estaba en el suelo, junto a
tó Valeria, sintiendo
olvió a mirarla-. No toqué n
policía? -insistió ella,
de encontrar un cadáver caliente y resulta que mi apellido está en la lista de los más buscados de su com
nte. La historia era pl
que te incrimina es el arma. Una pistola 9mm registrada a nombre de una empresa fantasma vinculada a tu
Su cuerpo se tensó, la relajación fingida desapareciendo para
toda ironía ahora-. Yo no llevo armas. Nu
ntó una ceja
áximo Mendoza
los puños -replicó Gabriel con vehemencia-. Nunca he tocado esa
Qu
y comenzó a caminar por la pequeña
La proximidad era intimidante. Valeria podía ver la textura de su piel, el leve rastro de barba de un día, y oler esa
e pie para nivelar, aunque fuera mí
completa, Gabriel. No la versión editada. Dijist
a vio una grieta en su armadura. Hubo u
del senador -d
s lo que
nstinto de retroceder. La tensión entre ellos cambió de frecuencia; ya no era solo un co
er a sus ojos-. Demasiado lista para tu propio bien. Mi padre te eligió porque cree
voz firme aunque el corazón le golpeaba contra
chaqueta. Valeria se tensó, pero él solo sacó un obj
ia, tienes que entender una cosa: la verdad
ré el
inesperadamente suave. Abrió la palma de ella y depositó el obj
e a su oído. Su aliento rozó su piel, provocándole un escalofrío involu
a un gemelo de camisa. Era de oro blanco, con una forma muy d
ercial. Era una pieza hecha a medida. Y había
iel, con los ojos abiertos
to
y amarga-. Pertenece a la mano derecha de mi p
e el suelo se mov
de tu padre mató al senador y te
Mi padre cree que es una conspiración externa. Si descubre que la traición viene de adentro, de su hombre de confianza... correrá
a, sintiendo los bordes del águ
-preguntó-. Podrías hab
nsidad desarmante-. Tú eres la única extraña aquí. La única pieza que no encaja en el tablero. Y
o se abrió. La figura imponente de Máximo Mendoza apareció
e pero cargada de sospecha mientras sus ojos viajaban d
. Tenía la evidencia que exculpaba a su cliente, pero esa misma evidencia
ional, y deslizó la mano disimuladamente en el bo
Valeria, sintiendo que acababa de cruzar
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