Mil Días de Mentiras
amila Ce
taba harta de hospitales, harta de esperar. Harta de él. Me vestí rápidame
pero el registro de actividad reciente era condenatorio. Una nueva ventana de chat estaba abierta, un intercambio frenético entre él y Karla. Los mensajes de ella eran u
por lo que era, pensé, un destello de algo cercano a
no hubiera dormido. Me vio de inmediato, de pie junto a la laptop. Sus ojos se movieron de mí
ijo, su voz plana-.
Que Karla te dio un ultimátum? ¿O que estás a punto de proponerme
ojos suplicaban comprensión, pero no vi remordim
ó. Ni siquiera me miró. Simplemente la abrió, revelando un anillo de diamantes que brillaba burlona
? -¿El próximo mes? -repetí-. Y qué, después de eso, ¿empezaremos a intentar tener un bebé? ¿Es esa
Mis padres están preguntando. No nos estamos volviendo más jóvenes
en puños. -¿Tiempo? ¿Padres? ¿Es por eso que quieres casarte conmigo, Gerardo? ¿Porque es "hora"? ¿Dónde
para grandes gestos, Camila. Sabes lo ocupado que estoy. E
ordé los costosos regalos que le había comprado, los viajes nocturnos para recogerla, el apodo cu
sobre la mesa junto al anillo. -Este es un anticipo para el nuevo departamento. Y esto es para tu vestido de
te no era el hombre que amaba. Este no era el hombre con el que había pasado diez
rquitectónicos, sus ojos iluminados por la pasión. Pensé en la primera vez que me dijo que
ntido descuidado, poco apreciado? ¿Era todo esto mi culpa? Busqué desesperadamente una razón, una justificaci
z peligrosamente suav
. -Por supuesto, Camila. Eres... eres mi vida. -Las palabras eran ensayadas, desprovistas de ca
mas. Y duele, Gerardo. Duele más que nada. -Las lágrimas brotaron de
iencia agotándose-. Siempre eres tan inten
ir adelante? ¡¿Crees que esto es seguir adelante?! ¡¿Crees
lorosa. -No me voy a casar co