Mil Días de Mentiras
amila Ce
go. Las palabras de Julián resonaban en mis oídos: "Se está echando la culpa por Karla". Mi mente corría, uniendo los fragmentos de lo que sabía sobre l
. Figuras respetables con trajes impecables, sus rostros sombríos, rodeaban a Karla. Ella estaba allí, una imag
scuido. Esto es negligencia grave. La integridad estructural de la Torre Altavista está comprometida. ¿Entiende la gravedad de esto? Y no es
favor, Señor Harrison! ¡No fue mi intención! ¡Fue... un accidente! ¡Gerardo, por favor, diles! -Sus ojos, grand
joven, Señor Harrison. Cometió un error. Asumo toda la responsabilidad
aron, destrozando los últimos vestigios de mi autocontrol. Avancé, la mul
. Luego, sin pensar, mi mano se balanceó. El agudo chasquido de mi palma contra su mejilla resonó
bes lo que estás haciendo? Todo por lo que has trabajado, todo por lo que hemos trabajado, ¿lo
bos hicimos. Nuestro sueño de construir una vida juntos, de diseñar hogares
iríamos algo significativo juntos! ¡Me prometiste un
s. -Mantente fuera de esto, Camila. Est
tu vida! ¡Nos estás destruyendo! ¡¿Quieres arruinarlo
a de nuevo, más fuerte esta vez. El dolor en mi man
amila -dijo, su voz tensa-. Es joven. Su carrera terminar
imientos? ¿Mis diez años? ¿No soy lo suficientemente joven como para que me ignores? ¿No soy lo suficient
ue solía conocer, pero fue rápidamente reemplazado por esa misma resolución f
uánto tiempo, Gerardo? ¿Un año? ¿Dos? ¿Cinco? ¡Mi juventud no es una mercancí
s! ¡Una sociedad real, un futuro real, no una obligación! Y tú
vida. Desperdiciados. Se fueron. Así de fácil. -Me solté de su agar
te tranquila, las palabras una sentencia de mue
un pánico repentino, pero antes de que pudi
triunfante-. ¡Porque va a ser padre! ¡Estoy esperando un hijo suyo! -Me miró fijamente, una sonrisa