Mil Días de Mentiras
amila Ce
, con la mano levantada. -¡Karla! ¡¿Qué estás diciendo?! ¡Eso es ment
noche, Gerardo, hace unas semanas? ¿Cuando Camila estaba enferma de gripe? Le dijiste que tenías una 'emergencia con un cliente' y pasaste la noche en mi casa. Dijist
Monterrey, enviándole mensajes de texto en busca de consuelo. Había prometido devolver la llamada, luego se quedó en silencio. Estaba
furia que quemó toda razón-. ¡Ambos! ¡Se merecen el uno al otro! ¡Váyanse al infierno! -Me di
a de Gerardo me siguió, sus pasos resonando detrás d
ro. El sonido fue agudo, definitivo. -¡No te atrevas a tocarme! ¡No te atrevas a int
gripe terrible? Estaba sola, a kilómetros de distancia, rogando por una llamada, por algo de consuelo. Me dijis
mi color favorito? ¿Recuerdas el día que nos conocimos? ¿Recu
a en mi rostro, desprovista de respuestas
ños. Se sentía frío y extraño. Eché el brazo hacia atrás y lo arrojé con todas mis fuerzas al pulido suelo de mármo
importa. -Enderecé los hombros, sintiendo una extraña claridad-. Esta década de mi vida, estos diez a
on un rostro familiar, luego me di l