Su vida pendía de mis manos
asio no me seguiría. No de verdad. Era un hombre que anhelaba el control y la percepción pública. Una escena de persecución dramática en medio de la calle no encaja
adolescente, llena de ángulos torpes y sueños incipientes. Ella era una niña pequeña, de ojos grandes y aparentement
ive con nosotros. -Siempre había sido protectora, un instinto natural para proteger a los
sus ojos. Le traía chocolates cuando lloraba por una rodilla raspada, le explicaba pacientemente el álgebra cuando tenía dificultades. Yo observaba, con un
untaban, al verla seguir cada uno de mis movimientos. Yo los corregía: -No, es mi prima. Me necesit
se volvieron cada vez más inseparables de mi padre. Sus conversaciones susurradas, sus miradas compartidas, pintaban un cuadro de traición mucho antes de que la obra maestra
ma en que reflejaba el dolor de mi padre con un fervor un poco excesivo. Casio, siempre el protector, inte
usualmente tan compuesto, había estallado. Había golpeado la mesa con la mano, silenciando a todos. Más tarde, salió y le compró una bo
Nunca luchó por mí de esa manera. Nunca ahuyentó mis lágrimas con tanto fervo
propio dolor y, ahora me doy cuenta, en su culpa. Kori y su madre apenas estaban presentes, s
ños, Alana -cantó, su voz de barítono un poco desafinada pero llena de una calidez que anhelaba desesperadamente. Sentí una o
ntes, una amplia e inocente sonrisa en su rostro. -¡Oh, Casio! ¡Te acordaste! ¡Justo iba a buscarla! -
fue solo la interrupción. Fue la fácil familiaridad, la forma en que Casio no s
cuenta de lo que estaba haciendo, lo lancé. Le dio a Kori de lleno en el
instante, poniéndola detrás de él, su rostro contor
corriendo por mi rostro-. ¿Qué les pasa a
nces. Dudó por un largo momento, luego, lenta y renuentemente, quitó la man
timiento. O tal vez, algo más. Algo calculador. No sabía entonces que su vac
ada de lágrimas, aferrándome a esa frágil esp
e nuevo frente a mi casa. Parpadeé, frotándome los o
ventanilla. Su voz estaba teñida de un tono burl
eras de la ciudad, elegido por su anonimato. Un santuario después de haber huido de los escombros de mi antigua vi
tarde para mi turno temprano. El hospita
sistió-.
-¿Dónde está Kori? -pregunt
ansando un poco. Necesitaba ir a buscarle algo de desayunar. Se
s vacíos. No se había detenido en la panadería. Ni siquiera ha
Estaba jugando un juego.