Su arrepentimiento, nuestra despedida irrevocable
Al
n mi pecho. Las amenazas de Carlos, su descarado desprecio por el sufrimiento de Le
artefacto precioso, dejándome sola en el est
nido crudo y gutural ar
almente de espaldas. Giselle se asomó por encima de
onando en el silencioso pasillo-. ¡Tú y yo hemos te
or completo, pero su
estás molesta, pero no lo dices
carrito cercano. La agarré, el metal frío un consuelo en mi mano temblorosa. La arrojé. Se estrelló contra la pared justo más
cada una de mis palabras, Carlos! ¡La elegiste a ella! ¡Por encima de tu hij
nalmente registrando la
iselle. No está bien. Y Leo... Leo estará bien. Un pequ
os! ¡Lo hiciste gritar! ¡Y te quedaste allí, consolándola, mientras nuestro hijo
sentía mareada, pero l
sión cambiando de ira a una es
r a un doctor para que te revise.
maestra manipuladora, sol
va a hacer daño! -Se aferró a él con más fue
iselle. Ese momento de vacilació
se entr
Es tu devoción ciega a esta mujer que abandonó a tu hijo moribundo, que luego re
pánico, se encontraron con los mí
esperado, un grito salvaje arrancado de su gargant
rabia. La empujé hacia atrás, con fuerza. Tropezó,
illa-. ¡No olvidaste a Adrián! ¡Lo abandonaste! ¡Lo dejaste morir, y luego volviste aq
o se con
enzó a golpearse a sí misma, una exhibición frenética y te
mente se arrodilló, tratando d
en un pánico total-. ¡Alguien! ¡Llamen a u
vez. Su mundo entero giraba en to
ración-. Solo... danos un poco de espacio. Déjame manejar esto. Te
temblorosa. Mi cabeza daba vueltas. La sangre de mi cuero cabelludo goteaba por
vía "sollozando" y agarrándose la cabeza, me lanzó una mirada de odio
ste ciclo nunca terminaría mientras yo perm
talmente" borraba las partidas guardadas de los videojuegos de Leo. La forma en que "olvidaba" recogerlo de la escuela
sposición a sacrificar el bienestar de mi hijo por su comodidad emocional. Su culpa por l
o-. Ve a cuidar de tu preciosa Giselle. Pero
su rostro surcado
ré de que reciba ayuda. Solo... no me dejes. -Extendió una mano hacia mí, pero sus ojos t
las palabras frías y finales-.
o volvió su mirada hacia mí, su mano todavía e
li
artándome de la pared,
ó. No no
rás, luego otro. Parecía que quería decir más, prometer más, pero
aferrándose al recuerdo de una mujer que nunca lo amó de verdad, sacrific
año y escalofriante vacío. El dolor no se había ido, pero era diferente. Era el d
rutal. Pero estaba hecha