El Precio de Su Elección
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ntonces apareció su ex, Kenia, diciendo que se estaba muri
sentada sola en el ultrasonido de nuestro bebé. Más tarde,
mi difunto padre, destrozado, con un mensaje de t
milio me sacó violenta
te pasa?! -rugió
ue intentó matar a nuestro bebé
milia en público mientras a mí me borraban del mapa. Pensó que yo er
ntras toda la ciudad celebraba su conmovedora historia d
ítu
había vuelto con un niño que, según ella, era suyo. Apenas una hora antes, yo acariciaba la curva de mi vientre, tarareando una canción
zó, su voz un
ndose para el impacto. Ni siqu
-Se atragantó con las palabras-.
n como una bofetada. Se
la única palabra sonando ext
a mano por su cabello
a carga para mí antes. Est
ó, con un filo crudo-. ¿Ocul
stre
ermedad, es que... cambió todo.
pero retrocedí por instinto. Sentí
respuesta por la forma en que se paraba, por
con una culpa que no podía comprender-. Se está mu
tro bebé neces
é, mi voz apenas audible-.
ó, sus ojos abier
eres mi esposa. Este bebé es nuestro fut
con nosotros, su verdadera familia. Sus palabras sonaban huecas incluso mientras las decía. Quería creerle, cada
las palabras una herida fr
pente se sentía demasiado grande y demasiado vacía. Prometió volver antes de mi próxima cit
a ll
io corazón, un contrapunto solitario al silencio donde debería haber estado el suyo. La voz de la doctora fue amable mient
amiga llamó, su
de ver a Emilio. Estaba en el Parque L
lugar donde Emilio y yo tuvimos nuestra prime
illo suave, iluminando las familiares rejas de hierro. Y allí estaban. Emilio, riendo, con el brazo
ancha de la barbilla con el pulgar, el mismo gesto tierno que usa
ño, Leo, señaló algo, y Emilio lo levantó en brazos, haciéndolo girar. La risa del niño resonó en e
ente, riendo conmigo, tomándome de la mano. Ahora se sentían como mentiras. Seleccioné algunas, aquellas donde s
junto a mi coche. La madre de Emilio, Carlota. Su rostro esta
alabra, salió de su coche, avanz
u voz cortó el aire de l
ó hacia atrás, con los ojos desorbitados por la sorpresa. La mano de Carlota impactó co
ota, su voz temblando-. Después de todo lo que tu madre le hizo
nterpuso rápidamente entre
iendo?! -exigió, su voz
hacia él, con lo
ado protegiendo a esta... a esta parásito? ¿Ya olvidaste lo qu
Emilio, con el rostro tenso-. ¡Kenia está e
a mentirosa, Emilio! ¡Igual que su madre! ¡Esa mujer, una robamaridos, sedujo a
ar entonces, aferrándo
señora de la Fuente.
ue no conozco tu juego? ¡Apareces, diciendo que tienes una enfermedad terminal, diciendo que tienes un
ta hacia atrás, con l
ás haciendo una esc
taba sentada sola, embarazada, esperándolo, él la llamaba delicada
cia familiar. La doctora me había dicho que evitara el estrés. Que evitara
e, mis piernas inestables
El esfuerzo me hizo dar vueltas la
bras, un fantasma en su propio velorio. Sus ojos se abrier
ime
cia mí, con la
é haces aquí
su contacto com
gada, rota por el dol
uria había dado paso momentáne
imas finalmente rodando por mis meji
entí una oleada de náuseas. Cerré los ojos, tratando de e
Leo, el hijo de Kenia, se había lanzado con
-gritó, sus pequeñas ma
caí. Fuerte. Un dolor agudo me atravesó el abdomen. Mi mano voló
angre. Demasiada sangre. Mi vi
orizado de Carlota cortó
, pálido y afligido
llena de un terror desesperado que de repe