El científico que él borró regresa
sta de Elen
umanos después de mi abrupta partida de mi «hogar». Subí los tres tramos de escaleras con mis últimas y escasas pertenencias: una sola caja d
erta de mi habitación asignada, estaba Alonso. Y a su lado, Karla, con el brazo
el silencioso pasillo-. ¡Qué sorpresa! Justo le contaba a Alonso sobre mi nueva prop
descifrable. Una ligera inclinación de cabeza, un ceño contemplativo. Par
ció Karla, señalando vagamente mi caja-
s fuerza, el cartón c
. -Mi voz era plana, desprovista de la corte
por una fracción de segundo
Siempre eres tan.
paso adelante. Sin una palabra, alcanzó la caja. S
eron de par en par, un de
de revisar los esquemas de la Fase Dos conmigo. -Su voz
firme en la caja. Me
ción? -preguntó, su
voz apenas
aquí
de silencio atónito, se apresuró a alcanzarlo, sus tac
escucharla, en dejar que lo tocara. Siempre había sido tan reacio al contacto físico, tan amurallado emocionalmente. S
igo. Yo era eficiente. Era indisp
y luego colocó la caja con cuidado dentro. Se g
un toque de algo -¿desaprobación? ¿preocupación?-
erando su acero-. La que se suponía que íbamos a
entamente. Un encogimiento de h
supongo. -Hizo una pausa, luego miró a
eó, tomando su
los puntos que necesitamos discutir. -Me lanzó u
irse, dos figuras grabadas contra la insípida pared institucio
sa era yo. Siempre práctica. Nunca amada. Nunca apreciad
s de un experimento fallido. La verdadera herida era su indiferencia cuando había puesto mi corazón en decorar «nuestro» futuro hogar. La verdadera heri
liar escozor de las lágrimas no derramadas
se extendía ante mí. Y en ese momento, me di cuenta de que el corte más profundo no era la