El científico que él borró regresa
sta de Elen
mpiendo la frágil paz que había encontrado en mi trabajo. Mi mano
! ¡Sal de aquí, d
, estridente y cargada de ve
dramáticamente, era retenida por un guardia de seguridad. Mi padre, con el rostro enrojecido por la ira y el alcohol barato, gritaba obscenidades, señalándome con u
por la humillación. Mis compañeros de trabajo se asom
guardia a apretar su agarre-. ¡Estamos aquí porque nos debes! ¡Nos debes
ono en alto-. ¡Cortó a su propia familia! ¡Ahora que e
pezó a gemi
negocio! ¡Y la casa, Elena! ¡Nos prometiste un
soy tu plan de jubilación, Jaime. Y ciertamente no t
Su sonrisa burlona desapareci
ués de que te pagamos la escuela? ¿Crees que eres demasiado buena pa
do en el pasillo repentinamente silencioso. La fuerza del golpe me hizo caer, mi cabeza golpeando el frío y
o sobre mí. La humillación era un peso físico, pres
adamente, levantándome a pesar del dolor pu
aban salvajes. Vio un pesado pisapapeles de metal en
! -Levantó el pisapapeles, su b
ra, alta y extrañamente ágil, se lanzó hacia adelante. Un golpe sordo y nauseabundo. El pisapaon
de el pisapapeles lo había golpeado. Su rostro, usualmente tan desprovisto de
tensa, cortó el silencio atónito-. Llam
vía furioso, mi madre todavía sollozando, Jaime ahora luchando inútilmente- fue rápidamente s
o, Elena! ¡Estás rompien
hacia mí, su mira
tó, su voz más suave
e a mi mandíbula palpitante. Pero mi
ás h
como si la notar
da. Solo
ro traje, un rojo intenso contra el material oscuro. Siempre vestí
ndo insultos sobre mi ropa raída y mi almuerzo barato. Y luego, Alonso, un prodigio larguirucho y torpe incluso entonces, interviniendo. No con puños, sino con una lógi
vez había protegido mi frágil autoestima, algún día me viera como digna de protección, digna de amor. Había confundido su amabilidad accide
razón, tan recientemente endurecido, sintió un aleteo traicionero
rta de golpe. Era un hábito. Era su innato sentido del or