Sangre en la Nieve, Una Vida Perdida
día siguiente le envió su carta de despido, citando "diferencias irreconciliables en la conducta profesional". Me mostró con orgullo la
do a toda prisa en la encimera, o una carga de mi ropa recién salida de la secadora. Pequeños gestos domésticos, intentos de remendar el tejido de nuestra vida, pero se sentían como parches cosidos a un fantasma. Me estaba alej
e despertaba agotada, la comida me revolvía el estómago y pasaba las mañanas encorvadan distante-. Anda una gripa por ahí. Te traje unas medicinas. -colocó un pequeño fra
illas con un sorbo de agua, desesperada por cualqu
. Algo se sentía terriblemente mal. Conduje hasta la clínica más cercana, con las
le y ojos cansados, me miró con grav
aney, está us
ociones contradictorias -alegría, miedo, incredulidad total- me inva
tomó algún medica
de farmacia que Ricardo me había
mbarazo. Especialmente en las primeras etapas. Puede cau
tra mis costillas, un pájaro frenético atrapado en una jaula. La agonizante espera de los resultados del ultrasonido fue el período más largo de mi vida. Cada segundo
lmente regresó, con el
bien. Pero necesita tener mucho cuidado. No más medicamentos s
lagro. La alegría era embriagadora, abrumadora. Las náuseas de antes eran ahora una hermosa confirmación, una p
endo a licor rancio y a algo más: un perfume empalagoso y dulce que no era
ida de una preocupación que ahora
o despectivo
giéndose directamente al baño, la puerta se cerró de golpe con
ón parpadeó, un nuevo mensaje. Mi corazón latía con fuerza, una terrible premonición
de chat. Carmen Wells. Mis ojos recorrieron
s cómo hacer que todo mejore. El señor Jiang est
men. Sabes que siempre los prote
o. Solo desearía... desearía que pudiéramos ser un
ten paciencia. Ya hemos habla
ex abusivo de Carmen. Ricardo seguía jugando al héroe, todavía enredado, todavía haciendo promesas. Mi bebé. Nuestro bebé. ¿Cómo lo llamarían?
e me atascó en la garganta. Otro mensaj
. No cuando me necesitas. Y además, odio la idea de una
relicario. La discusión. El dinero. No se trataba de que Carmen lo necesitara para "calmars
obre el teclado, una furia desesperada e irracional me poseyó. L
adora! ¡Aléjate de mi
uando el mensaje se entregó, la puerta del baño se abrió con un crujido. Ricardo estaba
ofía? -su voz era baja, peligrosa. El