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El prisionero del cielo

Capítulo 10 El director

Palabras:1214    |    Actualizado en: 22/11/2021

a, ya no es la misma luna. Mi luna olvidó mi voz y rechazo m

o que alguna vez me hizo la vida imposible, hoy estaba conspirando a m

iudad. Ese café estaba en la misma línea del tren que pasaba por

gada a la ventana del local. Espere algunos minutos hasta

limón y nada más? -

í retirarse c

tardó mucho en llegar

é de manzanilla y un poco de mi

¿Mi

ñor Marín.

n y con un guiñó del direc

o con miel y dos Tés. El señor director lucía más pálido que

mío. ¿Que ha pasado?. - pre

n olvidado....

s no olvidan,

o no se de cuenta y vaya detrás de ellas. En bus

una sensación de temor en mi, un frío a

un poeta.

r eso lo cité aquí está noche. ¿

cilmente

ted esté lugar,

y eso es lo impor

más gracioso d

nsistió. - Usted es como yo, Marín. Se que usted tiene el corazón destrozado, y que usted ama

ndido, no sab

hado hablar así al direc

n poco de miel sobre su té. S

ta un poco de miel

estoy

ios rosados, y me miró de

r. - Usted quiere recuperar al amor de

dades, a

ara que usted pue

an? - int

ted vivirá en las sombras, vivirá vi

bí mi té, en espera de que

mpre se me dan. Dígame

uchar. - respondió - su corazón volverá a latir como antes

quiero seguir haciendo ilusiones tontas. Pensando que volverá co

caso, ami

no me de falsas pro

es de que pudiera hacer algo, ya t

ra, como si en sus venas corriera algo que no era sangre. Al

. Usted decida si lucha por ella inútilmente y se da por vencido, haciendo un

tengo y todas mis palabras se

n su rostro, sus ojos se clav

o tomo un poco de miel. La disfruto como si aquell

amigo Marín. - respondió. - Le insisto

nte vertí un poco

ue aquello era la sangre del director. Ans

- apuntó - Fue agradable v

usto f

ión correcta. - añadió - Si así

fé, y en cuanto la puerta se c

ro lado y me dieron ganas de escribi

a de ir a casa de Fernanda y decirle todo. Contarle mis aventuras por las cal

ya me estaba pasando factura, la fatiga y la avalancha de emociones. Pero antes de llegar al castillo empeze a ver

o. Pensé que el viento o alguien podría llevársela y quitarme la última oportu

ude sentir cada beso en mi mejilla y también cada caricia en mi cuerpo. Volví a oler

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