La Hermanda de Los Vampiros
cubrió la boca con la palma de la mano. Beth luchó como una posesa, pateando y lanzando puñetazos, y cuando acertó a propinarle un buen golpe en un ojo, logró zafarse. Intentó alejarse lo más rá
el hombre la s
de un lado a otro, y la arrastró hacia una zona más oscura. Podía oler su sudor y la colon
estaban llevan
a. Sacudió el cuerpo furiosamente, tratando de liberar
y presionó su cuerpo contra el de ella. Esta
ea, sujétal
el mentón antes de que le agarrara las muñe
l producto americano, tratando de introduci
o que usar la otra mano para desgarrarle la blusa, y tan pronto le dejó la boca libre, empezó a gritar. L
an de odio y lujuria mientras levantaba el encaje blanco del sujetador p
eguntó el rubio, como si
izo una mueca de dolor, las lágrimas nublaron sus ojos. O quizá
cto amer
Pero podrás averiguarlo t
quello sucediera. Se obligó a sí misma a dejar de forcejear y recurrir a su entrenamiento de defensa personal.
ó, acercando la nariz a la suya. Beth luchó para no apartarse, asqueada por el fétido olor a cigarrillo ran
iendo por su garganta. Aunque le repugnaban aquellas manos oprimiendo sus senos, estiró la mano buscando su bragueta. Aún la sujetaba por el cuello, y ella tenía problemas para respirar, pero en el momento en que tocó sus genitales, él gimió, aflojando la presa. Con un enérgico apretón
dos! -le
io de apartamentos. Sus manos temblaban con tanta fuerza que le costó trabajo introducir la llave en la cerr
*
, pero vivo. Butch miró su reloj. Eran poco más de las diez, lo que significaba que la diversión acababa de comenzar. Era un viernes por la noche de comienzos de julio, y los universit
jando en dos casos en ese momento, un ahogado en el Río Hudson y una persona arrollada por un conductor que se había dado a la fuga, pero siempre había sitio para a
ador mientras pensaba: Veamos qué l