Cuarenta semanas
s intentar sacarse de la cabeza
Bene
her
el
me mir
. Apoyé la espalda sobre los fríos azulejos de la pared del cuarto de baño y dejé que mi cuerpo resbalase hasta que mi trasero impactó contra el suelo húmedo. No estaba así por la suciedad, si
n un hilo de voz. Sin pensarlo, descansé
de presentarme en una clínica para eliminar mi equivocación se antojaba, al mismo tiempo, como mi solución y como mi tormento, pero era una opción má
taría de volumen semana tras semana? Me había costado forjar
ico en lo que pensaba era en que estaba embarazada. Yo, embarazada con apenas diecisiete años. ¿Cómo saldría adelante? Ahuequé mis man
exia llegó a mí con el peso d
! -exclamó ella mientr
orejas. No encontraba mi voz para contestarle ni tampoco suficiente fuerza de volun
e la fiesta de compromiso del célebre Dimitri Ivanov,
estaba a punto de cumplir los veintisiete años, seguía comportándose como cualquier adolescente. Supongo que a nadie le gustaría recibir la inmensa responsabilidad de dirigir una em
para él a petición de m
o que ofrecían por participar como camarera; precis
en dos cuatrimestres. El primero de ellos ya había concluido, por fortuna, con las cinco
os de texto, había conseguido adelantar un curso. Y, según el rector de la universidad, no podían dej
silencio. Sin responderle a Alexia, rem
funfuñé al mismo tiempo que aplicaba más bril
año, Catherine -respondi
demostrado ser alguien excepcional. Pese a no cursar los mismos estudios universitarios, comp
la celebración de tu
saste es
nco ante su no tan e
ra inválida porque me pagaban por lucirlo. Me puse en pie para alcanzar las puertas del armario donde guardaban las perchas repletas de chaquetas. Estaban etiquetadas porq
aceptado el trabajo, como si ello fuese capaz de ap
Como mis padres no se podían permitir la inversión de más capital en mí desde que mi hermano se mudó a California City para encontrar un pues
queta, la remangué a la altura de los codos para mostrar el brillo que con tanto ahínco me había aplicado y eché un vistazo a la cabellera rubi
araban el salón de festejos de la sala trasera. Al otro lado distinguí hombres. Muchos hombre
rque nos encomendó una tarea de vital importancia: vigilar a su prometido y
-respond
bebidas que ofreceríamos a los invitados. Sobre la que me correspondía a mí di
de esos tragos era suficient
s. Pasé de largo, haciéndome camino con muchas disculpas y procurando no perder el equilibrio a causa de los tacones. Globos azulados pululaban de una dirección a otra, lo que significaba un riesgo para las bebidas de mi bandeja, que podrían
lucionaba las hormonas de cualquier ser humano, hombre o mujer. La mandíbula cuadrada, los labios grue
plazas sin costos adicionales y nadie las rechazó. Por el contrario, Dimitri había participado como el flamante monitor que salvaba a las jóvenes de
en el campamento. Inicié la universidad, me cent
esa
pero recio empujón. Tuve que aplastar la otra mano bajo la bandeja para que no cayera sobre su uniforme. La fulminé
a no está
odo bien y a las doce podremos regresar a casa. No veo l
ido para dar buen ejemplo a la comunidad. La auténtica fi
ré lo que vea co
da a mi malhumor, detalle q
os con bocas sedientas de alcohol. Yo imité sus acciones. Tomé una bocanad
e baile, donde pronto divisé a Alexia entablar conversación con un desconocido. La mezcla de focos de luces y de estaturas entre los invitados me dificulta
e un chico del último curso me dio bajo el anillo de la canasta del pabellón de educación física. Detestaba la idea de iniciar un romance e
lpa de mi ensimismam
bandeja repleta de copas. Ahogué una exclamación tras percibir la frialdad de los líquidos sobre mi antebrazo. No sé de dónde extraje el equilibrio para imped
sculpé-. He perdid
no entre la bandeja ladeada y su cuerpo. Probablemente pretendía ofrecerme su ayuda en el caso de qu
llamó-. Has cambiado
l, todos pasamos por
l-. Nunca hubiera apostado que te encontraría en un lugar como este. -Bajó la vista hacia mi vestimenta-. Por lo que aprecio, parece se
aba poniendo histérica-, la cual te incluye. - Traté de identificar a mi a
o. -Estalló
rmaron en las comisuras de su boca, aunque, en lugar de envejecerlo o afearlo, favorecieron a su aspecto. Muchas mujeres coin
i era un
stán mis límites, Catherine. -Relajó la tensión en sus hombros, que
scuchar eso. Si
en los zapatos que se paseaban de un lado a otro. No supe identificar si mi nerviosismo acarreó la caída de las bebidas o
stregarlos sobre el alcohol pegajoso de mi brazo. Entre todos los presentes en el lugar, tenía que ser yo quien se topara con él. Las p
posible. No podía permitir que un
de lo supuesto, pero la noche no cum
nté con Alexia, quien insistió en que probase una copa. Al principio rechacé su ofrecimiento y aparté el vaso de vodka que ella intentaba poner en mis manos. Sin embargo,
uedaban adheridos a ella, pero ese detalle pareció no incomodar al coro de individuos for
to que mis labios e
las exclamaciones mientras alzaba las manos
enorgullece que tu hígado y tu estómago sean capaces de continuar tra
s de una sentada, sin embargo, me trabé en cada una de ellas-. M
e no dolió tanto, exageré a causa de mi inmensa borrachera. Debido al tembleque en mis piernas, a la altura de los tacones y a mi estropeada visión -más borrosa que otra cosa- tardamos casi catorce m
esté bo-borracha pe-pero tú n
s copias de Ale
a. -Me acercó un va
ermitía sin vomitarlo y limpié las
residencia. Tus padres te encerrarían de po
ápidamente-. No
onunciar una sola f
nti
cejas y ponía los ojos en blanco. Ya había consumido alcohol con anterioridad, en reunione
inutos o menos. El método que estaba a nuestro alcance era el del agua. Con el alcohol, el cuerpo se deshidrata y una buena manera
y me consideraba capaz de pensar y de actuar como de costumbre. Me negué a que Alexia me acompañase porque supe que se estaba divirtiendo y que cuidar de mí no encajaba
n me ayudó a suavizar los escasos mareos que quedaban, los cuales remitían poco a poco gracias a los trucos caseros.
l y duerme -ordenó mi mejor amiga mientras acomodaba el cuello de mi chaqueta-
rina, es
. -Ella sonrió pe
s calles neoyorquinas; quería demostrar que, si era capaz de buscar mi p
minuir sus vómitos o a aferrarle el cabello luego de las fiestas a las que tanto adoraba asistir. Una sonrisa se dibu
to y aguardó a que yo abriese la puerta del vehículo
a dirección a la que me dirigía. Todavía en la acera, abrí la boca para responderle, pero volví a cerrar
rte de tu noche después de nuestro choque. -Dimitri se hizo a un lado y extrajo varios billetes d
nos como usted. -Me pareci
oy ruso, pero
ono- hasta los que realizaba sin darse cuenta -como, por ejemplo, fruncir los labios por la dificultad o la aparición de una pequeña y gruesa vena en su frente-. Había olvidado que su acento no correspondía al característico inglés. Su familia, «lo
ás más borracho
anos como si perteneciera al pelaje de algún animal exótico; el distinguido y moderno chisme de radio brillaba sin necesidad de que un foco incidiera en él mientras que el espacio que separaba el asiento del salpicadero era tan amplio que podría estirarme y dormir plácidamente. El medallón en forma de espejo que pendía del retrovisor se agitó un poco cuando Dimitri
venidas -. ¿Te parece insuficiente el número de strippers a medio desnudar que había
i padre se está encargando del papeleo que me corresponde en las industrias, por lo que no encuentro dónde invertir mi tiempo más que en celebracio
e hablas en se
r y me perdí en mis propias reflexiones hasta que intercepté el inmenso complejo de residencias a una manzana de mi posición. Los prados verdosos, las
acionamiento que halló
s a Svetlana de
que continuaba comprimiendo mis dedos, por lo que mis tobillos se torcieron de mala forma y acabé con las rodillas apla
tre sonoras carcaj
e de pie. -Extendió
mado? Me negué a
e has
e a mí de esa manera fue en el campamento,
ena memoria par
ace una hora
hacia mí y esperó a que mi actit
edar a escasos centímetros de él. Las plumas de mi trenza estaban pilladas en
llé-. Has elegido lo más
terística lentitud. Gracias a la cercanía, pude percatarme de detalles que en la fiesta no hubiera atisbado: él mantenía la mandíbula tensa y el ceño fruncido, y si la vena de su frente era insuficiente, distinguí otra al lado derecho, en la sien. Sus ojos, oscurecidos por la penumbra, pasearon
stra peor id
el ceño, sin compr
amos a ha
con tanta timidez y delicadeza que, en un principio, me costó creer que fuera él quien me besaba. E incluso llegué a pellizcarme el mus
ntáneamente y nos contemplamos. Supe que no era lo correcto, que estaba mal. Y, a juzgar por la manera en la que él me devolvía la mirada, Dimitri opinaba lo mismo. Sin embargo, no retrocedí para que no volviera a besarme ni él comunicó que regresaría a su vehículo. E
la novedosa comidilla del campus universitario. Pronto estuvimos resguardados en la seguridad de la habitación. Dimitri me puso en el suelo y aplastó su frente contra la mía. Su respiración era agitada, tanto o incluso más que la mía, y no dejaba de mirarme, como si esperase mi rechazo. De nuevo, mi conciencia repitió que este comportamiento era inadecuado, más bien, impropio de mí. Pero lo deseaba. Maldición,
lo hizo
ambos lo quisimos. Su rostro quedó a mi altura de nuevo y escuché el ruido del condón que se acababa de colocar. Yo era virgen hasta la médula en este sentido, nunca había estado desnuda en pres
mis pequeños jadeos con algunos besos. Se comportaba de manera cariñosa y comprensiva: detenía el avance cuando yo lo
ó hasta el cuarto de baño la semana sigui
cubiertos-, que el condón estuviera mal puesto desde el principio -a oscuras en mi dormitorio, con la única luz procedente
ncias fueron
na. Acalorada, con las mejillas ardiendo como si un hierro al rojo vivo las presiona
chó y puso las ma
barazada
supuse. Al principio, no estábamos seguras de si era demasiado pronto para que el test de embarazo reconociese la hormona que debía dar po
cer ahora, Ale
jos resplandecier
ecesito de tu ayuda. ¿Cómo terminaré el curso? ¿Cómo les diré a mis padres que han d
quién se trata? Tragué saliva y me mordí
mit