Casi un millar de seres celestes con poderes sobrenaturales se han levantado contra el Supremo. Han llegado con la intención de destruir el "mágico jardín". Los guardianes del Edén tratarán de impedirlo a costa de lo que sea. En medio de todo este conflicto se ven envueltos Alfenón, Almea y los líderes celestes. La sorprendente Gera demuestra que su impresionante belleza no es su única virtud; sino también, su extraordinaria habilidad para el combate y la nobleza de su corazón. En medio de esta historia llena de luchas y confabulaciones, los seres celestes y los humanos llegan a conocer la pasión y el amor desde otra perspectiva... Desde muy niño, cuando vi mi primera película de este género, me he preguntado cómo y dónde surgieron las fascinantes leyendas mitológicas. Estaba seguro de que debió existir un origen, un hecho transcendental, para que dichas historias se acrecentaran y se difundieran a través de los siglos convirtiéndose en fascinantes fábulas. Ahora surge esta inusual novela la cual se sale de los parámetros convencionales. Para relatarnos aquellos acontecimientos desde una perspectiva más real, aunque no menos deslumbrante y fantástica. No encontrará nada que le sugiera cambiar, de dogma o doctrina religiosa ni nada por el estilo. Al contrario, a través de esta fascinante historia, comprenderá que muchas de las teorías ya sean religiosas, mitológicas y/o históricas, tienen un fundamento auténtico inicial en la cual concuerdan todas. Estoy seguro de que al leer estas páginas obtendrá las respuestas a sus muchas dudas y teorías, que quizás hasta hoy solo le han parecido grandes fábulas.
Ur
La población de Ur se encuentra asentada en el fértil territorio sumerio, ubicado estratégicamente en la orilla del río Buranun, en su desembocadura al mar pérsico; sobre una vasta llanura rodeada de montañas, las cuales convierten al lugar en una zona casi inexpugnable por estos territorios. Su principal y único acceso es su imponente puerto sobre el río Buranun, que constituye la principal entrada y salida a la población. El territorio sumerio es una zona rica y apta para la incipiente ganadería, y la aún rudimentaria agricultura de su población. Los habitantes de Sumer son gente amable y pacífica, pero han demostrado que saben defenderse con ferocidad y valentía ante algún invasor; cosa que últimamente había estado ocurriendo. Pero hoy es un día tranquilo en el puerto.
Almea se encuentra esperando la orden de su padre para ir al mercado e intercambiar por víveres lo que han cazado. Su progenitor y ella salían muy de madrugada, casi a diario, para revisar las diversas trampas colocadas el día anterior; puesto que la caza es su principal medio de subsistencia. Esta vez han tenido suerte, atraparon tres grandes liebres, las cuales, luego de limpiarlas y despellejarlas; esperan intercambiar dos de ellas en el rudimentario mercado del puerto, por otros alimentos necesarios para su sostenimiento.
Su anciano padre es un hombre muy conocido en la aldea, apreciado y respetado en el pueblo; porque durante su juventud fue un gran guerrero defensor del puerto. Hace pocos años que había quedado viudo; para ese entonces, una rara enfermedad acabó con la vida de su esposa. Desde aquel día no le interesó más rehacer su vida. Toda su atención e interés está dedicada al cuidado y protección de su preciosa hija.
La joven Almea, a sus escasos quince años, ya denota una belleza única; la cual no pasa desapercibida por donde va. Posee unos bellos ojos color miel que deslumbran, un pelo castaño claro, largo y rizado; un hermoso rostro que le da una belleza de niña dulce en un cuerpo ya espléndido para su edad. "Atributos" que todo hombre no pasa desapercibido y que la han convertido en una de las doncellas más pretendidas del pueblo. Pero, al parecer, a la joven no le interesa nadie o, al menos, eso da a entender hasta ahora.
-Niña, ¿ya limpiaste las liebres? -pregunta con su acostumbrado mal ánimo su anciano progenitor.
-Sí, padre, ya está todo preparado, también tengo listos los forros con miel para la venta.
-Pues llévalo todo, y espero un buen intercambio. No vaya a ser que te encuentres nuevamente con aquel mercader avaro de la anterior vez.
-No, padre, confía en mí. Pasaré por su tienda sin detenerme, espero que sea él quien me proponga el intercambio, y si no es buena su propuesta no la aceptaré. Además, ahora no iré sola; vendrá conmigo Alfenón.
El padre, al oír ese nombre, frunce el entrecejo.
-Veo que muy seguido te haces acompañar por ese joven. No me gusta eso, creo que ya es hora de poner fin a esas continuas salidas con ese muchacho. De lo contrario, tendré que ser yo quien hable con él, es un muchacho de muy mala fama.
El padre de la muchacha se encuentra celoso de sus continuas salidas, sobre todo, de la preferencial amistad de su hija para con el muchacho. En realidad, el anciano, como todos en el pueblo, siente cierta admiración y aprecio por el joven. Pero, ahora que percibe que este está metiéndose poco a poco en sus vidas, causando cierta influencia en su mayor "tesoro", lo hace ponerse en alerta ante la evidente "especial amistad" entre los dos jóvenes.
-Tranquilo, padre, él es muy respetuoso conmigo. Además, sé cuidarme sola. Si alguna vez intentara algo raro conmigo, sabes cómo le saldría el atrevimiento -divertida le responde mostrándole el puño, tratando de calmar los celos de su progenitor.
Luego sale presurosa a cumplir lo encomendado. Lleva puesto su mejor vestido, el cual denota su hermosa y curvilínea figura. Sale deprisa, esperando encontrarse con su amigo Alfenón. Este es un joven alto y muy apuesto, que roba las miradas de las jóvenes del puerto. Con apenas diecisiete años es ya muy popular, pues goza de cierta fama, la cual le ha hecho ganar respeto y admiración a pesar de su juventud.
En su niñez había quedado huérfano al perder a sus padres en una invasión de los acadios al puerto, por lo que tuvo una infancia muy difícil y dura, pues desde pequeño se vio obligado a defenderse y a valerse por sí mismo. Esta difícil vida que soportó desde tan corta edad, le atribuyó inicialmente cierta fama de bribón y estafador. Pero, al ir creciendo y madurando, esas malas facultades las fue cambiando por actitudes más nobles, forjándole una fuerte seguridad en sí mismo; un carácter imponente, pero a la vez bondadoso con los más débiles y necesitados. Ya que, en su niñez, había sufrido en carne propia el abuso y atropello del más fuerte.
Todas estas cualidades ahora le son de mucho valor, sumadas a sus habilidades superiores a los jóvenes de su edad; sobre todo en astucia y combate. Desde muy joven se había enrolado al ejército, donde había demostrado en muchas ocasiones su intrepidez y valentía en la defensa del puerto de Ur.
-Pensé que no vendrías hoy -le dice el joven que lleva rato esperándola.
-Sí..., yo llegué a pensar lo mismo. Mi padre no decidía aún mi salida. Ah..., también me ha encomendado que me cuide de ti, dice que eres una mala influencia para mí -manifiesta con una sonrisa cómplice y su habitual buen humor hacia él.
-¿Eso te ha dicho de mí?, ¿tan mal visto soy para él?, ¿es posible que tantos años de conocernos no sé haya dado cuenta de que de los dos el más inocente soy yo? ¿Qué ocurre? Antes no decía nada y ahora... ¿a qué se debe su desconfianza? Su niña ya creció. ¿Teme que me robe y viole a su hermosa hija? -pregunta bromeando el joven, con una amplia sonrisa en su rostro.
-Eres un tonto y embustero, mi padre tiene mucha razón sobre ti - responde sonriendo la joven, dando por terminado el tema.
Llevan ya años de amistad desde que eran pequeños. Luego, al ir creciendo y llegar a la adolescencia, fue naciendo entre ellos una atracción, mucho más allá de la simple amistad. Pero ambos aún no lo demuestran, simplemente fingen una simpatía desinteresada; quizás por temor a la reacción opuesta del amigo de tantos años. Lo cierto es que forman la mejor pareja del pueblo donde han vivido siempre. Muchos, al verlos siempre juntos, presumen que ya ha "sucedido algo" en esa pareja. Sin embargo, entre ellos solo existe hasta hoy una sana e inocente atracción del uno hacia el otro o... ¿quizás amor? Con el tiempo lo descubrirían.
-Vamos, tenemos bastante tiempo y venderemos todo. Conozco a la persona que nos pagará lo justo. Luego podemos ir un rato a la playa si te parece.
El joven no disimula la felicidad que siente al estar al lado de Almea; pues es más evidente en sus emociones. En cambio, ella esconde muy bien sus sentimientos hacia él; aunque hace tiempo que le mira de una manera, más allá de la simple amistad. Por lo que, sin más, acepta complacida. Al llegar al mercado se internan entre el gentío lleno de mercaderes. El joven, cargando las liebres, la toma de la mano. Ella, gustosa y sin ninguna intención de oponerse, se deja guiar. Se dirigen hasta un puesto de hortalizas y cereales que conoce muy bien. Se aproximan hasta el puesto elegido y extraen del saco las despellejadas liebres para que el mercader las examine. El comerciante toma las presas, las revisa detenidamente, luego complacido en su interior. Aunque, demostrando menos interés del que realmente tiene, exclama.
-Son muy pequeñas -dice moviendo la cabeza negativamente-. Este es un pago más que suficiente por ellas; aunque creo que estoy siendo demasiado generoso en mi paga.
Alcanzándoles un saco con legumbres y algunas hortalizas. El apuesto Alfenón, al ver propuesta del mercader, coge otro saco con cereales y lo introduce dentro del primero.
-Ahora sí es un pago más justo. ¿Estás de acuerdo? -le pregunta seguro y altivo, expresando una débil sonrisa, cuestionando la inicial oferta del vendedor.
El mercader mira detenidamente al joven y accede con una mueca de aprobación.
-Está bien, llévate ambos sacos. Pero márchense antes de que los demás clientes se enteren de lo dadivoso que soy y me echen a perder el negocio -les reprende a ambos jóvenes.
El comerciante, como casi todos en Sumer, no se atreve a objetarle al joven, ya que este es muy conocido y bastante respetado en todo el pueblo. Su lealtad, coraje y valor en el ejército; lo han convertido en una de las personas de mayor confianza y amado por el Rey. Incluso en las esferas afines al reino, algunos lo proyectan como candidato a ser en un futuro un gran general o, quién sabe, quizás... ¡Soberano de Sumer! Pero todo esto para Alfenón no tiene la menor importancia cuando se encuentra al lado de ella. Luego de logrado el objetivo del buen intercambio, deciden pasar la tarde solos en un lugar tranquilo.
-Vamos a la playa, a nuestro escondite. Miremos juntos el atardecer, tengo mucho que contarte; ¡vamos, anímate! Prometo llevarte temprano a casa, antes que tu desconfiado padre salga a buscarte.
-Está bien, pero regresaremos temprano, antes de que anochezca. Sabes cómo se pone mi padre si me demoro.
Ella accede sin pensarlo dos veces, luego inventaría algo para justificar su tardanza. Al llegar a la solitaria, hermosa y apacible playa, se recuestan para ponerse cómodos.
-¿Es cierto que en aquella incursión que ustedes hicieron al norte del río Buranun, encontraron un lugar custodiado por gigantes? Me aterra el solo pensar que algo así pudiese existir, y que estás arriesgando tu vida en esos
- ¡Ja, ja, ja...! Gran parte de lo que la gente de este pueblo relata es inventado, en parte para engrandecer nuestras hazañas. Mucha de la fama que nos han dado, se la debemos a las personas acostumbradas a exagerar los reales acontecimientos.
-Entonces, ¿todo eso que cuentan es mentira? -pregunta nuevamente con inquietud, deseosa de conocer y saber de labios del joven, la realidad de las cosas.
-Quizás no del todo, pues allá existe algo que me inquietó bastante, algo que me dejó con deseos de conocer más de aquel lugar. Quizás fue lo que ocurrió al desembarcar y salir del río, cuando perseguíamos a los acadios por la playa. Estos, en su huida, llegaron a un lugar muy raro para nosotros: el sitio estaba muy bien custodiado; tenía una especie de zanja o fosa muy profunda que rodeaba toda el área y era muy grande. Más allá, existen unas grandes murallas que protegen y esconden aún no sabemos qué. Los acadios lograron cruzar la gran fosa. Nosotros llegamos hasta la orilla, pero al ver lo que les sucedió nos detuvimos sin atrevernos a cruzar para seguirlos.
Almea se acomoda con total interés en seguir escuchando el relato del joven guerrero.
-Fue algo increíble lo que les sucedió, todos rebotaron en una barrera invisible; quedaron aturdidos sin comprender qué pasaba. Luego aparecieron unos soldados, hombres y mujeres guardianes del lugar; todos con un tipo de armadura que no habíamos visto jamás. Tanto las mujeres como los hombres eran guerreros muy bien armados. Estos raros soldados, con una fuerza sorprendente, golpearon sus espadas contra unas grandes rocas de una manera tan brutal, con tal fuerza que despedazaron las piedras. Provocaron un ruido que nos aterrorizó, incluso a nosotros que nos encontrábamos en la otra orilla.
La joven abre más sus bellos ojos, fascinada y sobrecogida por el sorprendente relato de Alfenón, mientras este continúa su narración de lo ocurrido.
-El líder de estos soldados, sin tener idea de quién era el jefe de nuestra cuadrilla, se dirigió directamente a mí y me ordenó que dejara pasar de regreso a los acadios sin enfrentarlos. Caso contrario, aniquilarían a ambos bandos. Por lo que les dimos paso. No había porque arriesgar a mis soldados, y menos ante semejantes guerreros y con tal armamento.
El joven continúa su relato sin ninguna interrupción de parte de la joven, ya que esta se encuentra muy asombrada e interesada en seguir escuchándolo.
-Después que el enemigo se hubo marchado, el líder de estos guardianes de aquel extraño lugar se me acercó directamente y me habló de una manera dominante, aunque cordial. Me dejó en claro que ese lugar no es para nosotros y que no volviésemos nunca más por allí. Nos permitió marcharnos; pero antes nos dio una fuerte advertencia. Nos dijo que la próxima incursión que hiciéramos por esa zona; sería castigada con la muerte. Realmente algo me impresionó de ese guerrero y sus soldados; es inexplicable. Hay algo extraño que atemoriza y a la vez atrae a conocer más. La verdad, no sé cómo definirlo.
Esa es toda la verdad, lo demás que se comente solo es fantasía o exageraciones nada más -concluye el joven, dejándola muy impresionada.
Lo que no quiso explicarle, quizás por temor a parecer exagerado, fantasioso o cobarde; fue lo que todos ellos notaron. El gran porte de estos seres. Todos eran altos, quizás un poco más de dos metros los hombres; las mujeres guerreras también, aunque un poco menos de estatura. Además, demostraron una sobrehumana fuerza disuasiva hacia ellos. Todos poseían una espléndida vestimenta. Sus armas: espadas, hachas y lanzas, parecían hechas de algún metal superior; el cual relucía con una dureza y resistencia, que fueron capaces de partir grandes rocas sin sufrir daño alguno. Estas armas fueron manejadas con total soltura, como si no pesaran nada para ellos.
En la playa, pasaron gran parte de la tarde conversando de sus inquietudes y sueños. Sintiendo el uno por el otro la atracción cada vez más fuerte entre ellos. Quizás ambos presienten que el paso siguiente es inevitable y, pronto, uno de los dos lo dará y el otro lo aceptará con gusto y sin dudarlo. En tal caso, como "generalmente" ocurre en el inicio de una relación, ella esperará que sea él quien dé la iniciativa. Sin embargo, al parecer, "no será hoy".
-¡Se ha hecho tarde! Debo regresar a casa, pues mi padre debe estar furioso por mi tardanza. Vamos, acompáñame; aunque solamente hasta cerca de mi casa. Porque si me ve regresar contigo, es probable que se enoje aún más, ¡vamos!
-Está bien, como tú digas, ya tendré la oportunidad de demostrarle a tu padre que no soy tan mala persona como cree -responde el joven, divertido por los celos y la preocupación de padre del anciano.
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