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Embarazo secreto

Capítulo 2 Mujer infértil

Palabras:1301    |    Actualizado en: 07/10/2023

mano. ''Constanza, Dante no

ngún hombre mejo

Parecía tan inquieto como

modó en la silla. ¡Qué no daría ella p

nza se enderezó el vestido con tanta gracia como pudo, re

o estoy en su ofi

nstanza ya estaba tan estresada por la idea de ser madre soltera (pasar sola el parto, tener que dejar el trabajo mientras estaba de baja por maternidad, preparar su casa para un recién nacido) que

icia cara a cara. Todo lo que quería era decirle que pronto sería padre y que no iría tras él por nada más que lo que él quería darle. Que estaría perfectamente bien criando a este bebé ella sola, sin presiones. Tenía un gran trabajo como des

, se dio cuenta de que se había arrinconado. ¿Qué pasaría si él no estuviera listo para despedirla con su bebé en su vientre poco despu

yo. Lo que sí vio fue la mirada de desaprobación de su asistente personal. Sabía que la mujer remilgada con su traje de falda negro la estaba juzgando de seis man

abía mencionado siquiera su nombre. Entonces una pequeña y oscura parte de ella se preguntó cuántas veces la asistente personal de Dante ha

¿Su aventura había significado algo para él? ¿Lo había mantenido despierto por la noche como a ella? Probablemente no. A pesar de lo que

. El recuerdo de su partida todavía le retorcía el estómago y le robaba el a

ntrolar sus pensamientos fuera de control. Fue sólo porque la obligaron a sentarse aquí que se alborotaron. No tenía nada que hacer más que esperar y m

edificio, maldiciéndose por haber venido aquí, la asistente person

jo con calma, como si Constanza no

arregló el vestido camisero rojo. Se colgó la correa de su bolso al hombro

co con cada paso que daban hacia Dante. Ya no sabía si era porque lo

embarazo fue fruto de un adiós que ninguno de los dos había querido decir. Esa última noche quedarí

, pero sí recordaba que había dicho que, si bien era raro que una m

arle. Justo cuando el pensamiento se asentó en su mente, el bebé pateó con más fuerza que jamás había

el hombro. ''¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?'' preguntó, en un to

a nadie cuando llegó a Londres. Había rechazado la oferta de Anna de viajar con ella. Incluso ha

pesar de eso pudo distinguir que la habitación estaba bañada por el brillo dorado del so

sonal golpeaba la puerta con los nudill

esta

la dejó sin aliento. Pero fueron esos ojos verdes los que hicieron que sus pies la llevaran hacia él cuando aterrizar

hombros anchos, un físico de sus días como jugador de rugby que nunca había perdido. Su mand

omo mirar la luz del sol, su cabello dorad

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