La infortunada carta de mentiras
/0/21448/coverbig.jpg?v=2dac521fb8fbcece845859c606a2351d&imageMogr2/format/webp)
por un ridículo ritual familiar en el que él tenía que sacar una carta del tarot de la "Fortuna". Durante tres años, sacó la car
aró. Por fin éramos libres. Pero en un movimiento rápido y practicado, la cambi
las cartas. No podía casarse conmigo todavía por su asistente, Ariadna. Ella
dolor que compartí, fue una mentira. Una farsa montada para otra m
entiras de ella, gritando: "No puedo creer que desperdicié die
bre que amaba se había ido. Así que me fu
orbitados por el arrepentimiento, rogándome que volviera. Y justo detrás de él estab
ítu
r una de mal augurio. La baraja antigua y gastada, bendecida por generaciones por la matriarca de los De la Vega, contenía nuestro destino, o eso pensaba yo. Durante tres años,
el heredero de la dinastía De la Vega, solo podía casarse con su novia de la infancia -yo- después
no en el desolado refugio de montaña de la familia en el Ajusco. Regresó esquelético, con los ojos hundidos, y se
o ronchas grotescas que tardaron meses en sanar. No gritó ni una sola vez, pero escuché sus gemidos ahogados detrás de las puertas cerradas de la capilla f
pojado de calor y consuelo. Casi muere de hipotermia. Recuerdo a los doctores negando con la cabeza, susurrando sobre daños irreversibles en los órganos. Me senté junto a su
a", susurró, "luego se
il, pero su determinación, según él, ardía más fuert
ntable y convencer a su rígida familia de que nuestro vínculo era más fuerte que cualquier superstición. Me deslicé en las som
s, respiró ho
ostro severo de la matriarca se suavizó, una leve sonrisa tocando sus labios. Era la de la fortun
ada desapareció, reemplazada por una opaca y sombría. La carta de la "Desgracia". Se me cortó la respiración. No pud
matriarca, una imagen
, dijo, su voz plana, desprovista de emoción.
ndose de inmediato. Le hizo un gesto a Brun
re", instruyó, su vo
le. No lo cuestionó. Nadie lo cuestionaba nunca. Era el est
libertad estaba literalmente en su mano? La traición me golpeó más fuerte que cualquier golpe físico. Era un fuego abrasador en mi pecho, convirtien
ta de la esquina, cerca del viejo
a, cargada de exasperación. "¿Otro año? ¡Esta vez
ro sonaba cansada
Bruno. To
a para saltar al fuego contigo! ¡Ha pasado por un infierno po
do profundo y estremecedor
años, Bruno. Dejó todo para seguirme, para trabajar para mí. Me ama. Anoche me dijo que no puede soportar
y tímida que siempre parecía estar al acecho en la periferia. Ocho años. La c
í me suena mucho a manipulación, Alejandro. Estás sacrificando a Ivana, tu futuro, por una asistente manipuladora. ¿
uinamente dolida. "Su familia, su origen... no tiene nada, Bruno
na tu lealtad, tu honestidad, todo tu futuro! No a Ariadna, que se aferra a ti como
ándose. "Un año más para resolverlo. Para asegurarme de que
o años que has sacado la carta de la 'Fortuna' y la has cambiado por la de la 'Desgracia'. Cuatro años que
abía visto soportar, había sido una farsa. Una mentira. Él lo había elegido. Había elegido a Ariadna por encima de mí, de nuestro futuro, de nuestro amor. La
ho. Mi cabeza daba vueltas, un vórtice nauseabundo de traición e incredulidad. Ariadna. Siempre fue Ariadna. La asistente silenciosa a la que apenas había r
ra. Una red de mentiras, cuidadosamente tejida, diseñada para mantenerme atada mientras él jugaba un peligroso juego de obligación y culpa con otra mujer. Se me cortó la r