La infortunada carta de mentiras
rvicio, escuchando las voces ahogadas del pasillo. Los tonos
, su voz cargada de una furia genuina. "¡El pastel! ¡Sabes qu
na, su voz ahogada por las lágrimas. "Solo..
enviado al hospital! ¡Sabes todo sobre ella, su horario, sus pre
vieras! ¡Que pensaras en mí por una vez! ¡Pasas todo tu tiempo, toda tu energía, tratando de apac
andro, probablemente suavizándose, tal como lo había hecho en
lejandro, su voz ahora más baja, más suave. "Pero eso n
te abandonaría en el momento en que las cosas se pusieran difíciles, mientras yo me quedé a tu lado, siempre! ¿Recuerdas el año pasado, cuando cas
creído erróneamente que su sufrimiento era real, un cruel giro del des
para quedarme y trabajar para ti. Mi familia... necesitaban que ganara dinero. Conoces mis circunstancias. Sabes cuánto sacrifiqué.
Este fue más la
voz apenas audible, cargada de un dolor crudo. "Y tod
su contra. Y él estaba cayendo. Podía sentirlo, el familiar tir
zcla de exasperación y lástima. "No hagas esto. ¿Qué quieres
su voz desesperada. "Solo uno, para saber que im
s costillas. Alejandro no respondió. Simplemente se quedó allí, en silencio. Su sile
o. Se estaba inclinando. La imaginé, de puntillas, su rostro man
andro se hubiera puesto rígido, retrocediendo ligeramen
húmedo. Alejandro. No solo estaba dejando que lo besara. Le estaba devolviendo el beso. Ferozme
n protesta. Mi rostro se drenó de color, dejándome fantasmalmente blanca. Mis piernas temblaban, amenazando con ceder debajo de mí. Me
labios, los mismos labios que me habían susurrado "para siempre", que habían besado mis lágrimas, que me habían prometido una vid
a un monstruo sofocante, exprimiendo el aire de mis pulmones. Pero debajo de la agonía, algo
alle, cada segundo agonizante. Quizás, solo quizás, si sentía suficiente dolor,