La infortunada carta de mentiras
ía dentro de mí. Una camioneta negra se detuvo y Alejandro saltó, con una amplia sonrisa en su rostro. C
la familiar ternura que una vez hizo que mi cora
ores caras, escuchar las suaves notas de un cuarteto de cuerdas. El aire estab
ento haciéndome cosquillas e
había confesado su amor por primera vez en la prepa. Globos rojos y dorados flotaban arriba,
nchó de alegría. Me dolió con una profunda y desolada tristeza por el
. "Quería hacer esta noche inolvidable. Un nuevo comienzo
bios. ¿Un nuevo comienzo? No tienes i
traños. La pancarta estaba torcida, las letras ligeramente desalineadas. Todo el montaje gritaba improvisa
nreía, pero su mirada se posó en la pancarta torc
sando en su sien. "¡Esto no es lo que
on un traje negro se acercó cor
le aseguro que hicimos n
te. "¡Esto es un insulto! ¡Le di instrucciones específicas sobre la disposición exa
nte pal
a su asistente, Ariadna. Dijo que su
sangre. Ariadn
da por un destello de irritación. Se pasó una mano por
r instrucciones simples. No te preocupes, me encargaré de ella más tarde. Me
do con Ariadna. Estaba enojado porque su descuidada fachada había sido expu
Me senté, mis movimientos deliberados, como si un solo paso en fal
do por mi apar
comprensiva". Sacó una pequeña y elegante
redondo, de un blanco cremoso. Se me revolvió el es
sus ojos brillando. "Recordé cuánto
seis años, después de un viaje a urgencias. Él lo sabía. Había estado allí. Me había tomado la mano mient
voz apenas un susurro. "Sabes q
n, luego se entrecerraron. Miró el pastel
uchando con la ira. "¡Pero... solían encantarte! ¡E
iadna. Lo vi irse, una profunda sensación de vacío instalándose en mí. El viejo Alejandro, el que conocía cada detalle sobre
había durado demasiado. Lo seguí, atraída por una curiosidad morbosa,