La muerte fingida, la libertad hallada
moviéndome, cada paso impulsándome más lejos de la jaula dorada que él llamaba nuestro hogar. Su frustración e
Pequeños confetis blancos esparcidos por el mármol impecable, una cruda representación visual de su negativa. No me
no apta y llevarse al niño? A menos que... a menos que la imagen pública fuera demasiado mala. A menos que necesitara la image
na Sofía Montero. Se me revolvió el estómago. Casi se me ca
de Hernán. El brazo de él la rodeaba protectoramente, su mano descansando en su cintura, justo encima de su cadera. El fo
lo una foto. H
tu embarazo podría estar afectando tu juicio.
de afirmar su derecho. Me veía como un medio para un fin, un inconveniente temporal. Y la crueldad casual d
pequeño pájaro de madera intrincadamente tallado. Conocía ese pájaro. Era un regalo que había pasado semanas diseñando y elaboran
Sofía, estaba mi anillo de bodas. La simple banda
audacia, la deliberada guerra psicológica. No era una ingenua inocente; era una
nunca fue tuyo. Solo
de Hernán para mí, hasta que Ana Sofía estuviera lista para reclamarlo. La comprensión se asentó en lo profundo de mis e
bilis y la humillación ardiente. Me miré en el espejo, mi reflejo pálido y demacrado, ojeras oscuras bajo mis ojos. Mi espíritu, antes vibrante, se s
erar me recorrió. Agarré mi teléfono
cío. Pero nunca, jamás, tendrás a mi hijo. No sobre mi
dvertencia roja. Recordé todas las veces que había llamado para reprenderme, para contro
luego 'bloquear con
mudanzas que Javier
z cortante, sin emociones-. Lo an
bre al otro lado, su voz sorprendentemen
ebles caros, la ropa de diseñador, las joyas brillantes, nada de eso significaba nada para
mi gastado cuaderno de dibujo. El resto, los
gar. Era una tumba, un mausoleo dorado donde mi amor había muerto una muerte lenta y dolorosa. Ahora, era una pris
planta en maceta en el alféizar de la ventana, un símbolo de nuevos comienzos. El sol ent
Sabía que era Hernán. Debía haber usado otro teléfono.
o? -su voz era un gruñido furioso-. ¡Ana Sofía
ranquila, casi distante-. Que
rte? ¿Y después de lo que le dijiste a Ana Sofía? ¡Est
su absoluto desprecio por mi
. Y tampoco lo es tu angustia. Ya terminé de ser
ese tono peligroso y controlador-. Volverás a ca
pando de mis labios-. Puedes rogar, Hernán. Puedes a
o al otro. Que tuvieran sus mentiras, sus arreglos, su retorcida versió