Las Cicatrices de la Heredera: Un Regreso Vengativo
/0/21816/coverbig.jpg?v=a4da14c67135efae6db22b8f4d753e15&imageMogr2/format/webp)
a vida, fui secuestrada. Yo era la heredera de una fortuna
, él y su asistente, Karla, usaron ese d
urante quince días. Cuando finalmente escapé, me topé con su evento de caridad, des
milia en mi contra, me internó en una clínica psiquiát
nizas, dejándome sin nada más q
o él ha vuelto, suplicando perdón. No sabe que la tortura me dejó estéril, y no tiene n
ítu
ista de So
era escapado. Apreté la taza de café tibio con tanta fuerza que mis nudillos se pusieron blancos,
ndo lo que hacía todos los días. La escuela de Lía estaba cerca, y su club de arte después d
líticas, videos de gatos. El ruido blanco habitual de la red. Rara vez prestaba atención. La mayor parte se sentía distante, tr
amiliar. Un nombre que no había visto, o
a Po
bían estado ojeando, se clavaron en la publicación. Primero, era una foto de Karla, radiante y engreída, envuelta en seda, con un
o. Se me revol
niz de triunfo. Se jactaba. No sutilmente, no indirectamente. Se jactaba con una malicia cruda y
que retrasara el pago del rescate. Aconsejándole que mi fa
ojos, cada una un corte fres
rutal y deshumanizante. Habían sido la razón por la que fui humillada públicamente y luego encerrada en una clínica psiquiátrica. La
a mi cuerpo roto, a mi mente destrozada. Incluso mencionó la "difícil pero necesaria decisión" de
la atrapé antes de que cayera. "Míranos ahora, Damián y yo. Más fuertes que nun
ra una humillación premeditada y calculada, sinc
fuego, "¡Reina!" y "¡Eso, chingona!" por todas partes. Estaba fijada e
que Damián había encargado para mí, una delicada enredadera de plata con diminutas y detalladas hojas.
que había que deshacerse de cierto peso muerto". Peso muerto. Esa era yo. "Y que algun
o, impulsado por su brillante asistente, Karla Ponce. No sabían que las cenizas era yo. La historia que ella contaba omitía el dinero del rescate. Omitía el hecho de que la
asa hogar. Ya casi era hora de que sal
antiguo. Una foto granulada. Yo. Antes del secuestro. Antes de la tortura. Antes de la clínica psiquiátrica. Feliz
una delgada manta. A su lado, Karla, impecablemente vestida, su brazo entrelazado con el de Damián, una expresión de serena preocupación en su rostro. Un contraste crud
sombras, listo para atacar. Había sido transmitida al mundo, un espectáculo público
de desalojar las imágenes, los recuerdos. Nec
mi pantalla. Borrada. La viralidad probablemente la había alcanzado.
saparición, mi teléfono vibró con una notificación
o una p
ofí
bre, dicho no por un extraño, sino por alguien que me conocía íntimamente. Solo una p
mi
un miembro fantasma, extendiéndose desde un pasado que había amputado minuciosamente. Se sentía com
demasiado tarde para cualquier forma retorcida de redención que pudiera estar buscando. La pa
taza de café, luego me obligué a ponerme de pie, a caminar hacia la bulliciosa entrada por donde Lía pronto saldría. El pasado era un país